Los motivos para participar activamente en la jornada de huelga general del próximo 29 de septiembre son contundentes. La reforma laboral es por sí misma una causa suficiente: reduce las indemnizaciones ante el despido y facilita las extinciones por causas económicas y ausencias justificadas; quebranta la negociación colectiva sectorial con la posibilidad de no aplicar condiciones laborales y retributivas; regala miles de millones a las empresas y mantiene el régimen de contratación temporal y aumenta las ETT. A todo esto hay que añadir la reducción de las pensiones así como las retribuciones de los que nos procuran sanidad, enseñanza y otros servicios públicos.

Con la huelga general está en juego nuestro presente. Pero, sobre todo, nos jugamos nuestro futuro. De no responder con un paro importante y un proceso de movilizaciones sostenido, nos encontraremos con una propuesta que dificultará el acceso a las pensiones y ampliará la edad ordinaria de jubilación hasta los 67 años. Esta y otras medidas agravarán los efectos de la crisis sobre los trabajadores y las trabajadoras.

Pero, sobre todo, nos jugamos también el tipo de respuesta que se hace necesaria ante los ataques sociales que sufrimos. La justificación del mal menor y las mesas de negociación como fin en sí mismo ya han demostrado ser una vía de pérdida de derechos. Es imprescindible la recuperación de los métodos tradicionales de movilización con participación activa y consciente. Aquellos métodos que nos permitieron acceder a toda una generación a algunos derechos laborales y pensiones dignas. Lejos de ello, la presente generación será la primera que vivirá en peores condiciones que la anterior. Se hace, pues, necesario luchar para que nuestros descendientes no vivan peor que nuestros padres. Desgraciadamente, los clásicos reaparecen: "La lucha nos da lo que las leyes nos quitan".