María lo está pasando mal y teme que vaya a pasarlo aún peor. Con 38 años, tiene cuatro hijos menores, de 15, 12, 8 y una pequeña que cumplirá dos años la próxima semana y debe mantenerlos sola porque está separada.

Gracias al ayuntamiento, lleva trabajando desde septiembre pasado en el consistorio placentino en la limpieza de colegios. Pero solo tiene un contrato de media jornada (de tres horas y media), por el que cobra 562 euros mensuales y con ellos, tiene que pagar el alquiler de un piso que le cuesta 300 euros, más la comida, la luz, el agua y la ropa y el calzado.

Es una situación difícil, pero se lamenta de que, a partir del 30 de junio "no sé qué va a ser de mí". Porque ese día cumple su contrato con el ayuntamiento y no tiene derecho a paro, con lo que tendrá que solicitar la ayuda familiar de 420 euros. Dice que ya está "acostumbrada a estirar el dinero", pero no puede evitar que se le forme un nudo en la garganta cuando piensa en cómo sacar adelante a sus hijos.

Su principal necesidad es el trabajo y está limitada porque padece fibromialgia, que le impide trabajar en la hostelería, donde empezó, con lo que "donde me puedo defender es en la limpieza y es lo que hago, ahora en colegios y antes en casas".

Mientras, la mayor parte del gasto se lo lleva el alquiler de 300 euros, pero es lo más barato que ha encontrado en Plasencia en buenas condiciones porque, de hecho, hace quince días tuvo que marcharse de una casa por la que pagaba 250, pero que tenía humedades "no funcionaba la luz, se atascaba todo, se caían los muebles a cachos; me tuve que marchar".

Vivió hace un tiempo en un piso social, pero tuvo que renunciar a él por problemas con parte de su propia familia que llegó a afectar a sus hijos y ahora debe esperar para solicitar otro, aunque está en trámites para conseguir un piso por adjudicación directa con ayuda del ayuntamiento.

La Concejalía de Bienestar Social les ha ayudado y también la iglesia evangélica, a la que acude cada mes para recibir alimentos no perecederos, "incluso me dan leche y papilla para la niña", agradece. Además, la iglesia tiene un ropero de vestido y calzado al que acude cada martes.

En casa y para no gastar más de lo necesario "miramos con lupa los enchufes que se encienden" y una bañera sirve para que se bañen los tres pequeños. Encaje de bolillos para vivir con dignidad.