Felipe Sánchez y sus hijos Martín y Felipe representan dos generaciones de agricultores extremeños y exponentes de cómo ha cambiado la agricultura en estas dos décadas de la PAC, en las que se ha pasado del zacho a modernas cosechadoras que funcionan con equipos láser. "Hace 30 años, con 4 o 6 hectáreas yo he criado cuatro hijos, he hecho una buena casa y 17 hectáreas de regadío cuando no había subvenciones. Nos pusieron las subvenciones y los pequeños y medianos agricultores sólo estamos sacando para comer", explica el padre, que asegura que desde que se pusieron en marcha las ayudas europeas de la PAC se dispararon los precios de los arrendamientos de la tierra. Mientras, el gasóleo o el abono sólo suben.

"Antes sacábamos más dinero", continúa el padre, ya jubilado, que asegura no entender por qué el trigo, el tomate o el maíz valen hoy menos que hace 12 o 14 años. "Ahora está ganando dinero el terrateniente. El 75% de las subvenciones son para cuatro. Antes, trabajando se funcionaba. Hoy llevo una explotación con mi hermano de 70 hectáreas de regadío y se saca para ir viviendo", explica Martín. "Ahora los agricultores estamos entrampados hasta los ojos", añade. La mala situación que atraviesa el tomate le ha llevado a aplazar una inversión de 36.000 euros prevista para renovar los equipos de riego.

La mecanización ha sido un avance sustancial en las dos últimas décadas en el campo extremeño. "Antes se trabajaba más, hoy se trabaja más cómodamente. Antes se ponían 4 hectáreas de tomate a zacho y se recogían a mano", asegura el padre. "Hoy si hubiese que recoger a mano el tomate no habría gente suficiente en Extremadura", explica Martín, que ahora se encuentra de baja por una lesión. En opinión de éste, el relevo generacional en el campo extremeño está complicado. "Para empezar necesitas 40 o 50 millones de pesetas y es un negocio que está expuesto a inclemencias del tiempo que te pueden perjudicar". Tampoco ve el panorama bien Felipe Sánchez para los de su generación: "Viendo las cosas como estaban, me jubilé a los 60". En un pueblo como Miajadas, la cooperativa a la que pertenecen tiene 500 socios y sólo dos o tres altas nuevas anuales.

Sobre la importancia de las ayudas en la agricultura actual, Martín explica que lo que interesa a los agricultores es, más que las ayudas, que lo que produzcan "valga dinero". "La subvención no es más que para amortiguar el bajo precio que tienen los productos. La subvención no es la solución, sino que haya buenos precios", añade.

Otro problema al que se enfrentan los agricultores de hoy es la multiplicación del precio entre origen y destino de los productos. "Yo produzco patatas. A nosotros nos pagan a cinco pesetas el kilo, mientras que en el supermercado valen 100. Ese es otro problema que tenemos en el campo, que arriesgamos un montón y no estamos sacando nada por lo que vendemos".