La huelga más salvaje de la historia de España tendría que haber sorprendido al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, a más de 10.000 kilómetros de distancia, en la cumbre iberoamericana que este año se ha celebrado en Mar de Plata (Argentina). Sin embargo, los ataques de los mercados contra la deuda pública española, la posibilidad de que se convocara una reunión extraordinaria de los líderes europeos y la aprobación del último plan de ajuste hicieron cambiar los planes al jefe del Ejecutivo el miércoles. Por eso, el chantaje de los controladores le cogió en la Moncloa, donde, por primera vez, un presidente de España, país castigado por el terrorismo etarra e islamista, ha tenido que decretar el estado de alarma.

De una crisis a otra sin tregua. Zapatero firmó ayer la norma, que fue ratificada por el Rey desde Argentina. Una medida excepcional como respuesta a un desafío excepcional. "Nadie podía prever que un colectivo fuera tan insensato", dijo el vicepresidente Alfredo Pérez-Rubalcaba.

Advertencia de Blanco

La alarma saltó el viernes en el Consejo de Ministros. El titular de Fomento, José Blanco, informó de que tenía "indicios preocupantes" de que el alud de bajas médicas que estaban presentando los técnicos gallegos se pudiera extender. Por este motivo, el Ejecutivo aprobó el primer decreto, que clarifica que el máximo de 1.670 horas anuales que deben trabajar no incluye los permisos y bajas, para evitar que el argumento de que algunos ya han llegado al máximo de horas dejase las torres desiertas.

Cuando los técnicos empezaron a ausentarse de sus puestos, Blanco reunió a un gabinete de crisis en su ministerio para buscar soluciones. La amenaza de militarizar el control que Blanco hizo a las 20.30 horas tampoco funcionó y las decisiones empezaron a acelerarse.

Zapatero se puso al frente de la gestión y decidió firmar el decreto por el que Defensa asumía el control aéreo. Llegó la noche y las imágenes de los aeropuertos, con miles de pasajeros atrapados, sembraron la alarma. La Unión Militar de Emergencias repartió mantas, bocadillos y agua. La peor imagen para un país con una tasa de paro récord y que lleva meses en el punto de mira de los especuladores por la debilidad de su economía.

La sede de Fomento no apagó la luz en la noche del viernes al sábado. Blanco; la ministra de Defensa, Carme Chacón, con los máximos responsables del Ejército del Aire; el vicepresidente Alfredo Pérez Rubalcaba, y varios asesores jurídicos pasaron la noche perfilando el decreto que iba a implantar el estado de alarma. La celeridad mostrada por el Ejército, que se desplegó en las torres y comunicó a los controladores su nuevo estatus, no se improvisó. El Ejecutivo llevaba estudiando esta opción desde agosto, cuando los técnicos amenazaron con paros.

El golpe de autoridad dado por el Gobierno surtió efecto y la situación empezó a enderezarse por la tarde. Pese a las dudas en el seno del Gabinete sobre quién debía comunicar los últimos acontecimientos, fue Rubalcaba y no Zapatero quien salió ante la prensa: en 48 horas se recuperará la normalidad y, si es necesario, el estado de alarma se prorrogará para asegurar los traslados de las fiestas navideñas.