Ni los mercados, ni los poderosos socios europeos, ni el amigo americano admitían más dilaciones ni más discursos optimistas. José Luis Rodríguez Zapatero dictó ayer acta de capitulación sobre algunos de sus principios más queridos, mantenidos contra viento y marea durante los dos primeros años de la crisis, como la negativa a los recortes sociales o a rebajar la ayuda al desarrollo. Tras negar su necesidad solo cuatro días antes, el presidente del Gobierno anunció en el Congreso el plan de ajuste más duro que se recuerda, con un tijeretazo del 5% a los sueldos de los funcionarios, la supresión del cheque-bebé de 2.500 euros implantado en vísperas de las anteriores elecciones y, lo que resultará más difícil de explicar a su electorado según reconocieron fuentes del PSOE, la congelación de las pensiones cuya revalorización era celebrada cada año puño en alto en el feudo minero de Rodiezmo.

"La situación es difícil, muy grave", proclamó por vez primera en sede parlamentaria, y apeló "al sacrificio de los ciudadanos", especialmente de los funcionarios, y a la "responsabilidad" de los partidos políticos en "un esfuerzo" en el que "todos deberían implicarse". A este discurso de sangre, sudor y lágrimas para salir de la recesión tantas veces reclamado en diversos foros, Europa, el FMI y la CEOE respondieron con un suspiro de alivio, mientras la bolsa española se disparaba un 2,58% a la misma hora en que el presidente pedía la comprensión de los funcionarios.

EL FIN DEL IDILIO SINDICAL Más allá de los 15.000 millones de euros de ahorro adicional entre el 2010 y el 2011 que supondrán los recortes, lo que se esperaba era el mensaje de un Gobierno capaz de tomar por vez primera medidas impopulares, pero ineludibles. Y el mensaje llegó.

En el frente social, los sindicatos mayoritarios se apresuraron a certificar el fin de un idilio y el previsible desmoronamiento de la paz social. Más de dos millones y medio de funcionarios se palparon la cartera. Las movilizaciones están a la vuelta de la esquina, aunque su amplitud dependerá de la reforma laboral. Quizás consciente de ello, Zapatero pasó de puntillas sobre la cuestión. Solo recordó que el 30 de mayo "se debe haber alcanzado un acuerdo".

Zapatero reconoció que la reducción del déficit "afectará en algunas décimas" al crecimiento económico, pero limitó el impacto al año 2011 y argumentó que era "necesaria", no por la situación de la hacienda española sino para "alimentar la confianza que necesitamos de manera urgente ante el sistema econó- mico mundial". Los ataques de los mercados financieros vividos al final de la pasada semana son, según el presidente, la única razón del golpe de timón.

La línea de defensa de los socialistas pasará, además, por recordar que los recortes se harán sobre la extensión de la protección social ejecutada durante los seis años de Gobierno, dado que en ningún caso se volverá al punto de partida. "Mantenemos íntegras las políticas de desempleo, las de educación y becas, sanidad, limitamos la dependencia, sí, pero antes no existía", recordó el líder socialista en un avance de lo que a partir de hoy mismo se encargará de difundir el PSOE por toda España.

800 EUROS MENOS También se destacará el ejemplo que supone la reducción del sueldo del 15% a los altos cargos, diputados y senadores. Un ministro contaba ayer en los pasillos del Congreso que su nómina bajará "de 4.800 euros mensuales netos a poco más de 4.000".

Los recortes requerirán una mayoría parlamentaria de la que el PSOE carece. Zapatero se empleó a fondo en el debate para atraer a los hipotéticos socios. Descartado el apoyo de un PP que ayer siguió jugando a fondo su baza electoral (a Mariano Rajoy le faltó tiempo para agarrar la bandera de las pensiones que acababa de soltar su adversario), CiU y PNV se han convertido en el aliado natural del giro a la derecha. A las descalificaciones personales sobre su "falta de credibilidad" proferidas por Josep Antoni Duran Lleida, Zapatero respondió con un "agradezco su tono". La noche antes, el todopoderoso ministro de Fomento, José Blanco, había engrasado ya su futuro apoyo en una cena.

Para contentar a la izquierda, Zapatero prometió a Joan Ridao (ERC) "más coraje" con los bancos y abrió la puerta a una subida de impuestos "de aquellos que más tienen" en su respuesta a un desolado Joan Herrera (IU-ICV), que ya no se cree "nada que suene a progresista" del presidente. No dio plazos en ninguno de los dos casos. "Todo a su tiempo", les advirtió. Tras haber sido puestas en entredicho sus convicciones de izquierdas, Zapatero acabó con una preparada autojustificación: "No soy yo el que ha cambiado, sino las circunstancias".