Presidentede la FAECAM

Aproximadamente un millón, de extremeños estamos repartidos por todo el Estado español y parte del extranjero, y esto es como consecuencia del boom de la emigración sufrida desde los años 50 a los 80. A partir de los años 70 y hasta la actualidad, surgieron asociaciones, hogares centros y casas de Extremadura en las comunidades de Cataluña, Euskadi y Madrid, todas llevan a Extremadura, no sólo en su corazón si no también en su forma de actuar, de relacionarse y de entender la vida.

Los extremeños, a pesar del desgarro social y económico a la que ha sido sometida históricamente nuestra tierra, tenemos nuestra propia idiosincrasia y cultura, y esto se percibe muy especialmente cuando se esta fuera de ella.

Muchos de esos extremeños y extremeñas, unas veinticinco mil familias que están integradas en las distintas comunidades autónomas y países como Argentina, Francia..., realizan habitualmente actividades que llevan el sello de esta tierra y que ayudan a mantener vivos sus vínculos con nuestra región.

Además de la maleta, el emigrante extremeño lleva otro equipaje en forma de nostalgia, recuerdos y sentimientos, y es precisamente ese otro equipaje el que hace que aunque hayan transcurrido muchísimos años desde que se produjo el gran éxodo de la emigración en Extremadura, se siga manteniendo un gran arraigo con la tierra que nos vio nacer.

En ocasiones se tiene la sensación por parte de algunos colectivos y personas, que las asociaciones, hogares, y casas regionales, son meros reductos de nostalgias revestidas de folclore y poco más. Creo que es el momento, para decirle a toda la sociedad y en particular a la extremeña, que se aproximen un poco más a nosotros.

Las asociaciones, hogares y casas regionales extremeñas dentro y fuera de España, han ido adaptando en gran medida sus actividades a la realidad social de hoy en día, integrándose en sus municipios de residencia, y haciendo participar a sus convecinos de estas actividades. La relación con las instituciones extremeñas y la participación en la vida social y cultural de la propia Extremadura se hace merced a la Ley de la Extremeñidad .

Quiero hacer un llamamiento a todos los extremeños en la diáspora, para invitarles a seguir trabajando y colaborando con el mismo entusiasmo en esa difícil tarea que envuelve al mundo de las asociaciones, para seguir proyectando la gran imagen de la Extremadura que todos deseamos.

Hasta hace algunos años, Extremadura era la gran desconocida, hoy en día, afortunadamente para todos nosotros, Extremadura está desconocida: el progreso que ha experimentado es tan evidente que es innegable. Quisiéramos pensar que nuestra aportación haya servido para llegar hasta aquí. No obstante, el gran reto es no quedarnos nuevamente estancados, si no avanzar a la par que el resto de comunidades.

Desde las instituciones extremeñas se están desarrollando grandes políticas en relación con la emigración, de hecho han servido de modelo para otras comunidades, y estamos seguros que seguirán encontrando caminos que con el paso de los años, posibiliten que nuestros hijos y nietos vean a Extremadura, no como la madrastra que no supo atender a sus hijos, si no como una tierra que a pesar de las dificultades sufridas a lo largo de la historia, ha sido capaz de situarse a través del trabajo de sus hombres y mujeres en un plano de igualdad en el conjunto del Estado.

El pasado día 25 de febrero, se cumplían 20 años del Estatuto de Autonomía de Extremadura, hoy podemos decir con orgullo, que 20 años después los hombres y mujeres de Extremadura, han demostrado una gran madurez democrática y capacidad de autodecisión para contribuir al desarrollo de su región.

Sigamos defendiendo con el mismo ahínco los intereses de Extremadura; si hace unos años, algunos extremeños recurrían a la cita de nuestros conquistadores para resaltar la importancia de la región, hoy no necesitamos recurrir a ello, puesto que hay muchos extremeños y extremeñas relacionados con el mundo de las artes y la ciencia, que ayudan a elevar nuestra autoestima, y es en esta línea de afianzamiento racional de nuestra identidad como pueblo y de confianza en el esfuerzo y el trabajo de sus gentes, donde creemos empieza a formarse la base social y económica de la Extremadura del futuro.

Hoy ya es un hecho el orgullo con que todos los extremeños en la diáspora decimos "yo soy extremeño".