Así lo pienso. Bendito sea el día de descanso, una jornada para hacer cosas diferentes, para recuperar fuerzas y sobre todo la moral que, por qué voy a negarlo, nos ha quedado un poco tocada después de la mala experiencia del Tourmalet. Hoy ha sido un día tranquilo para hacer cosas distintas; por ejemplo, esta tarde hemos tomado un baño de sal y vinagre y una sesión de masaje relajante un poco más larga de lo habitual.

Debo confesar que a mí nunca me ha gustado hacer la siesta. Es así. La mayoría de mis compañeros de equipo han aprovechado la tarde para dormir un poco más de lo habitual. Yo, como mucho, me he tumbado en la cama, pero sin llegar a cerrar los ojos.

Tranquilidad, tranquilidad... es la palabra más deseada, la que quería escuchar hoy. Hemos cogido la bici un ratito, solo un ratito, porque mañana, en principio, no es una etapa excesivamente dura. Apenas hemos hecho 40 kilómetros, que para nosotros no es nada. En Italia, en Cuneo, el próximo lunes, el día de descanso será algo más ajetreado, pues al día siguiente afrontamos una de las etapas más duras de los Alpes y habrá que entrenar con más fuerzas y ganas que hoy.

Ahora toca cambiar el chip después de los Pirineos. Y a pensar, sobre todo, que nos quedan aspiraciones, muchas aspiraciones --¡que sí, caray¡--, en este Tour. Y ahora a cenar, que el hambre no se pierde en absoluto con el descanso.

*Excampeón del Tour