La historia no tiene desperdicio. Habla de las intenciones y de las confesiones de Carlos Sastre. Se le ve en noviembre, antes de irse a la concentración del CSC en Noruega. Se le observa abriendo el libro con los primeros datos del Tour 2008. A su lado, Bjarne Riis, el mánager de su escuadra, atiende a la pregunta en inglés del ciclista abulense: "Necesito el apoyo del equipo para este Tour. La gente seguro que acude con muchas dudas, pero con 33 años debo llegar fresco a la tercera semana". Riis le promete la ayuda solicitada. A cambio, con la confianza de su jefe, Sastre entiende que debe pasar el año tapado, sin lucirse más de la cuenta, escondido en todas las carreras, aunque siempre quedando entre los 50 primeros.

A Riis le surgen algunas dudas después del Dauphiné Libéré. "A veces has de entender --explica Sastre en la complicidad de un día de descanso caluroso en Pau-- que aunque puedas tener un motor Ferrari has de levantar el pie. Un Ferrari se puede conducir tanto a 100 como a 250 por hora. Por eso, en el Dauphiné no quise hacer exhibiciones y cuando lo creía conveniente aflojaba la marcha". A los tres días se acabaron los recelos de Riis. Le siguió entrenando por los Alpes, descubriendo la dureza que aguarda desde el domingo. "Me vio y ya no tuvo dudas".

LA DECISION. Entendió Sastre que al Tour no había que llegar en plena forma y vio desde la retaguardia las exhibiciones que se planeaban a cabeza de pelotón. "Si vienes al Tour a tu máximo nivel luego lo pagas a la tercera semana... y más en un Tour como este, sin patrón".

Es un Tour abierto, porque el viejo Armstrong ya está retirado y porque a Contador no lo han dejado correr. Es una ´grande boucle´ que parece cosa de tres: con un Evans que no sabe correr de otra forma que en plan conservador y con Menchov, tan sosegado que hasta ha preferido atravesar los Pirineos todavía más tapado que Sastre. Ellos tres se erigen a fecha de hoy en los tres principales candidatos al triunfo, siempre y cuando no surja una escapada sorpresa. Este aspecto no hay que descartarlo, como tampoco olvidarse de los Saunier Duval (Riccò y Cobo) y, aunque es una probabilidad muy difícil, con una reacción a la desesperada de Valverde, noqueado en los Pirineos.

Hace un año, en la etapa del Aubisque, los ojos del aficionado estaban puestos en el duelo entre Rasmussen y Contador. Pasó desapercibida para la mayoría la escapada que protagonizó Sastre durante 200 kilómetros para llegar a meta en octava posición. Allí, según sus allegados, le cambió buena parte de su mentalidad y de sus ideas sobre el Tour; allí se dio cuenta de que podía mantener otras aspiraciones que la cuarta plaza. "Cuando ya has hecho cuarto ya no te conformas con esta posición. Faltan aún 11 etapas, y lo único que puedo decir es que lo que tenga que venir, ya vendrá".