Llegó desde Alhaurín de la Torre, provincia de Málaga, donde ahora vive, en el todoterreno de sus padres. Atendió a la petición del Tour. Le aguardaba a Javier Otxoa el podio de Hautacam, el mismo al que subió en el 2000, hace ocho años, la última vez que se ascendió este puerto pirenaico. Recibió de manos de Christiam Prudhomme, el director general, la placa de honor de la ronda francesa.

Con su bici Scott (la enseña y presume de ella) y su maillot con el arcoiris, los aros olímpicos y la publicidad del Saunier Duval, que lo patrocina, volvió el domingo a subir a Hautacam. No iba solo. Lo acompañaba Marcel Wüst, gran esprinter de los 90 que se retiró del ciclismo al perder un ojo en un critérium de exhibición. Otxoa espera paciente junto al autobús mecánico de la caldera amarilla a sus compañeros del Saunier. Recibe palmadas de Riccò, Cobo, Piepoli, Jufré y compañía, estupendo grupo para salir a entrenar y darse un paseo por Pau, con Hautacam en el horizonte.

Ahora, Otxoa se prepara para revalidar sus títulos en los Juegos Paralímpicos de Pekín. Un atropello en Málaga, en el que falleció su hermano gemelo Ricardo, truncó su carrera a los siete meses de triunfar en Hautacam. A pesar de ello, "sigo siendo el número uno" explicó.