Miguel Induráin nunca escondió y hasta presumía de que tras una gesta en una etapa del Tour, porque hizo muchas y muy buenas, le dolían las piernas. "Yo soy como los demás", afirmaba el pentacampeón navarro. El era como los demás, quizá algo mejor. El tuvo la suerte de ganarse un puesto de honor en el pelotón a una edad mucho más joven que Carlos Sastre. Subió, creció y triunfó antes de cumplir los 30. Antes de cumplir los 30, mucho antes, Sastre era un gregario, con dotes de escalador, y con sueños, solo sueños, como cualquier corredor profesional, de aspirar un día a ganar el Tour. Y ahora, cuando tiene la victoria a su alcance, cuando viste de amarillo, cuando se pasea por el corazón de Francia como líder de la ´grande boucle´, no tiene por qué esconder que a él también le duelen las piernas, como le pasó a Induráin hace más de una década.

En el CSC no son partidarios de las grandes celebraciones. Corrió el champán en la feliz noche de Alpe d´Huez, pero se bebió con moderación. Hubo discurso de Bjarne Riis y confesión ante sus corredores: "Es el día más feliz en todos mis años dedicados al ciclismo". Sastre se acostó temprano, aunque no durmió solo. No se asusten. Compartió la intimidad de la alcoba con el jersey amarillo, el que lució ayer con la moderación que siempre le acompaña.

No quiso seguir la moda, la moda de otros, aquella que últimamente dicta que hay que vestirse de amarillo de pies a cabeza: los botines, los calcetines, el coulotte, el maillot, los guantes, el pulsómetro, las gafas, el casco y hasta la cinta del manillar de la bici. Sastre prefirió correr con sencillez. Solo el jersey oficial como líder del Tour y la misma ropa y accesorios que los otros días. Si salva mañana el obstáculo de la contrarreloj, el paseo por los Campos Elíseos de París tendrá otro colorido, más amarillo, menos discreto.

LA DERROTA DE BARREDO "Ahora de lo que se trata es de recuperar fuerzas para la contrarreloj". La etapa de hoy no ofrece problemas. La de ayer, más peligrosa, se disputó bajo el férreo control del CSC en la despedida de los Alpes. Era una jornada de fuga consentida para mayor disgusto de Carlos Barredo, derrotado en la meta por el alemán Marcus Burghardt, compañero que no amigo de escapada, pues en los últimos kilómetros se enzarzaron más en discusiones que en dar pedaladas.

Cruel es el ciclismo en días como ayer, donde quedar segundo sienta fatal tras kilómetros de esfuerzo. Rapapolvo que se llevó, sin tener culpa, el manillar de la bici de Barredo. Amable es este deporte con los triunfadores, aunque el éxito llegue a los 33 años, como es el caso de Sastre. Y regañina también la que se merecería la gendarmería aduanera francesa, que alteró las pulsaciones del Tour, casi al nivel de taquicardia, con una operación al estilo de los míticos y nada dialogantes Hombres de Harrelson. Los agentes registraron en pleno recorrido de la etapa el coche que conduce Johnny Schleck.

Johnny fue ciclista profesional en sus años mozos. Luego tuvo tres hijos: Steve, concejal socialista en Mondorf-les-Bains, y Frank y Andy, deportistas. Enamorado del Tour, se empleó como colaborador del Tour. Lleva 30 años viniendo.

Hasta ahora pasaba desapercibido; uno más entre los ex que se enrolan en el Tour. Pero este año ha sido distinto. Contratado como chófer de Skoda, no para de dar entrevistas. Y todos los vips desean fotografiarse con el padre de Frank y Andy.

Hasta ayer, jamás le había parado la policía francesa y, menos aún, encañonado con una pistola, como si fuera un vulgar delincuente o un peligroso terrorista. Ya se sabe, aquí todos son sospechosos y cualquiera puede llevar productos dopantes en el coche; más si es el padre de dos de los corredores más destacados de la prueba. Al final, tras un registro de varias horas, tras ser obligado a detener el coche por agentes que habían desenfundado sus armas, rien de rien, nada de nada. "No se ha encontrado ningún producto dopante o medicamento prohibido en el coche de Johnny Schleck", rezó el comunicado oficial. Bueno, le encontraron Voltaren para su rodilla lastimada. Otros viajan con aspirinas compradas en Barcelona. Y es que a veces se producen situaciones en el Tour que provocan dolor de cabeza.