El 21 de diciembre todos los ojos estarán puestos en las televisiones y en líneas de tinta negra de los grandes periódicos.

Los ciudadanos buscarán el titular “El partido X gana las elecciones”, aunque no sabemos a ciencia cierta quién gana y quién pierde unas elecciones, si es el gobierno quién las pierde o si es la oposición quién las gana. De un primer vistazo, podemos intuir que Rajoy y los populares son los que más tienen que perder: si el 20D no sacan un buen resultado, no sólo habrán perdido unas elecciones, sino que además habrán perdido un gobierno, algo que no tienen ninguno de los demás candidatos.

Sánchez, con su sonrisa unida a su camisa blanca, también puede perder mucho. Aunque el secretario socialista se vanaglorie que ha sido elegido por primarias, si tiene unos malos resultados, serán sus propios electores (pasados y presentes) los que acerquen la guillotina política a Ferraz. Y eso no es muy bueno para la imagen del PSOE porque nos iríamos a un escenario en el que los secretarios generales se suceden sin haber un liderazgo claro capaz de hacer frente a la monarquía socialista andaluza.

Ya tenemos a un posible ganador y a un futuro perdedor, quién es quién lo veremos el 21 de diciembre, pero agárrense que hay curvas, en concreto, dos. Los naranjas se acercan sigilosamente hacia el centro político y, por eso, Rajoy insiste que son socialistas, algo que los susodichos niegan situándolo más a la derecha que el propio PP. Algo semejante a VOX. Que haya un partido en el centro político da muchos dolores de cabeza, tanto a socialistas como a populares, y se convierte en la enredadera que todos se afanan por sacar de sus jardines tirándosela al vecino y éste, no te quepa la menor duda, de que la devolverá a tu terreno.

El PP estaba muy bien solito en el centro derecha español y además los roces y la fragmentación de la izquierda les venía muy bien, para qué negarlo. Por tanto, Albert Rivera ya se puede ir de fiesta. Ha conseguido que su partido suba como la espuma en las encuestas y donde no había “ciudadanos” ahora abundan, aunque sea por una gran sangría del PP.

El problema viene cuando tú no tienes una enredadera, tienes dos, y en distintas paredes. He aquí el PSOE: si una es Ciudadanos, la otra es Podemos, el otro ganador. Si bien se ha estancado en las encuestas, Podemos es el ejemplo a seguir sobre cómo hacer una campaña electoral con enfado, algo que en el 2014 abundaba en la sociedad española. Era el tipo que riñe al árbitro cuando el público se enfurece, y por tanto con un gran apoyo mediático y popular. Ahora Podemos tiene que hacer una nueva campaña, porque ya no hay gente enfadada, ahora la gente quiere cambiar las cosas, que es el siguiente paso. Iniciativa que se llama. Esta es la clave para entender el vídeo que hizo denunciando que el PSOE les robaba las propuestas. “Si dejamos al PSOE sin iniciativas, la gente desconfiará de su proyecto”, seguro que este es el pensamiento de algún asesor de campaña. Y tiene su grado de razón, aunque hoy en día hay un punto mejor al que atacar: su reforma federal. El federalismo del PSOE es como el socialismo del PP: sólo sale cuando hay conflictos, y se hace tarde, sin concretar y mal. Así pues, resumiendo y acotando la pregunta del principio, la respuesta está clara.

Hay dos ganadores: Ciudadanos y Podemos, que no tienen nada que perder, porque nunca han tenido nada. Hay un perdedor, que son los populares que perderán una gran ristra de diputados y seguramente tengan que pactar para mantener el gobierno. Y hay uno que necesita tiempo de maduración: el PSOE, aunque posiblemente, se unirá al club de los perdedores porque no podrá formar gobierno. Y podríamos encontrar otro perdedor: los ciudadanos de a pie, que no sabremos quién será nuestro presidente hasta que se pacte y, una vez hecho, ya no hay vuelta atrás.