Señor Calamaro, yo creo que se equivoca, pues nada tiene que ver el color de la papeleta de un voto para que quien la elija sienta nauseas o placer ante la tortura de un animal. Puedo señalarle taurinos acérrimos que celebran el 14 de Abril o que son nostálgicos del 18 de Julio, y por supuesto, detractores de la tauromaquia que confían en Mariano Rajoy o en Cayo Lara. Así que poco, muy poco valor tiene su declaración en el Programa de Andreu Buenafuente afirmando que ha "dejado de ser progre o de izquierdas si eso implica querer acabar con las corridas de toros". Probablemente, sus escarceos con el liberalismo económico comenzaron mucho antes y ya se le cayó del bolsillo el carnet de "rojo", si es que alguna vez lo fue realmente, el día que fue a sacar la pluma para firmar algún contrato millonario.Lo que no entiendo es el porqué de la querencia de taurinos como Usted en identificar el abolicionismo con una posición ideológica en política. ¿Ha oído alguna vez decir a Alaska, a Jesús Cifuentes o a Enrique Búmbury, todos ellos contrarios al maltrato de animales, que los partidarios de la lidia cantan el "Cara al Sol" o van a Cuelgamuros el 20 de Noviembre? Me temo que como viene siendo común en los de su afición, mete la mano en el saco de los despropósitos porque el de las razones, hace mucho que lo tienen vacío. Otra cuestión es que piense que creando polémicas de saldo a cuenta de la sangre ajena vaya a vender más discos.Y ya que ha decidido subirse al carro de la cultura sangrienta y tirar de una tradición que repugna cada día a más ciudadanos le aconsejo que al menos no falte a la verdad, porque las que Usted contabiliza como cuarenta personas son en realidad ciento ochenta mil. Me refiero a las firmas recogidas apoyando la ILP entre otros por el Señor Leo Anselmi, un compatriota suyo del que parece avergonzarse y al que yo admiro y le estoy inmensamente agradecido.Sus canciones no van a dejar de gustarme, como me siguen agradando las de Sabina, Aute o Bosé. Yo procuro no mezclar conceptos tan alegremente y para mí, su voz o su inspiración no están reñidas con su manifiesta insensibilidad ante el sufrimiento de un ser vivo. Es más, admito que su derecho a expresarse a favor de la tauromaquia es tan lícito como el mío a hacerlo en contra el problema, Señor Calamaro, es que nadie puede arrogarse otra prebenda, la de torturar y matar a un toro para obtener diversión o dinero por una razón muy simple: ese animal es tan poseedor de su vida como Usted de la suya, lo que convierte ambas en inviolables. Y así pensamos no cuarenta, sino millones de personas con filias políticas muy diferentes. Por cierto, lo de comparar los toros con la paella, ¿es cinismo o sólo majadería?Julio Ortega Fraile

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