Cual obediente y abnegado cabeza de familia, se dispuso, como todos los sábados por la mañana, a realizar el encargo que su mujer le hizo bien temprano: comprar el pan en la panadería del barrio.

Muy ufano él, paseaba hacía el despacho de pan, con la absoluta certeza de afianzar así su papel, como principal benefactor y protector de su mujer y sus tres hijos. Después de una ajetreada semana de trabajo en la empresa, nuestro protagonista, se entrega sin condición, a realizar la inevitable cola que, con frecuencia, presentan este tipo de despachos.

Además de proveer de hidratos de carbono a la dieta familiar, también se pone al día en los últimos aconteceres del barrio. Recibiendo toda clase de información sobre los sucesos más sonados entre las personas del barrio, de la ciudad, o de cualquier otra actividad noticiable. No lo duden, si quieren sentirse útiles, al margen de su actividad laboral, y bien informados, no dejen de ir a comprar el pan durante los fines de semana. Todavía no está mal visto, y además puede alardear de estar bien informado ante sus vecinos, mujer e hijos.