Riomalo de Abajo, una de las alquerías que forman el concejo hurdano de Caminomorisco, está situada a 414 metros de altitud, en la margen derecha del río Ladrillar, a los pies del esbelto Pico de la Lenteja 958 metros, cuya vertiente septentrional es lo que algunos llaman sierra de Valhondo, aludiendo acaso al cercano Barranco Hondo, arroyuelo o regato que baja brioso por las empinadas asperezas del montarral para morir en el valle, aguas arriba de la aldea. La Lenteja marca el final de la sierra del Cordón y es monte de helecho y jara, de brezo y madroño, de pinos y frondosas jalón hierático que vigila los últimos pasos del antiguo río Malo antes de entregar manso sus aguas al Alagón, casi a las mismas puertas de la vieja alquería salmantina de Cabaloria, ruina de mampuesto y zarza que dormita moribunda tras medio siglo de total abandono.Riomalo descansa recostada en el fondo del valle. En este punto, el Ladrillar es río fronterizo, con una orilla extremeña que mira a la Lenteja y otra salmantina que cierra al norte la quebrada sierra del Castillo. Nos adentramos en la alquería con la esperanza de encontrar algo del genuino tipismo hurdano. Un pequeño grupo de viviendas deshabitadas se mantiene en pie en la parte alta del pueblo más abajo, en un par de callejuelas estrechas y sombrías, se ven algunas casitas más: pequeñas, de una o dos plantas, con sus paredes de mampuesto de pizarra, encaladas, con esquinas angulosas o atenuadas y tejados empizarrados con lajas peltadas como hojuelas de ciprés. Testimoniales son los escasos ejemplos de arquitectura entramada, influencia directa de los cercanos pueblos de la serranía salmantina. Pocos moradores han resistido aquí el empuje globalizador del ladrillo, del bloque o del azulejo, materiales que han contribuido decisivamente a despojar a los pueblos hurdanos de una de sus más importantes señas externas de identidad.Riomalo de Abajo nos transmite algo de bullicio, que no es poca cosa si tenemos en cuenta que su población apenas sobrepasa los cincuenta habitantes. Esto sucede gracias al paso de la carretera que sube desde Coria hacia Sequeros y Salamanca, a sus posibilidades de alojamiento y, por encima de todo, a un agreste y generoso entorno natural que permite un disfrute tranquilo, largas caminatas y excursiones magníficas. Ese turismo enriquecedor, siempre respetuoso y ávido de experiencias naturales y culturales es lo que debe marcar el futuro de la alquería y el de todos los pueblos de la comarca.