Sin duda alguna, el expectante desenlace mediático, surgido a través de la noticia por el agravamiento en la enfermedad del presidente (que fue) del gobierno de la transición española, don Adolfo Suárez González, ha provocado una manifestación torrencial de opiniones en torno a su figura. Y es que no es para menos.

La trascendencia, por la metamorfosis obligatoria del país, de pasar de un estado de letargo, enquistado en una dictadura interminable, surgió, como lo hace una bella mariposa, de la frescura y el talante de don Adolfo.

Hombre bueno, carismático, adecuado para la fase de cambio; que la naturaleza del país (por aquel entonces) necesitaba. Aunque desaparezca su elegante figura, ya se cuidará la historia de embalsamar, con sus mejores ungüentos, la excelsa y afinada mente de nuestro querido presidente. Te deseo, desde lo más profundo de mi corazón, el mejor de los trances, para este ineludible viaje al universo. ¡Gracias, Adolfo!