Se trata de esforzarse lo menos posible logrando el máximo rendimiento. Esta es la actitud vanguardista del ser humano en la sociedad actual. Eso sí, con la inalienable cobertura que facilitan los sistemas tecnológicos en comunicaciones y procesos de datos, a través de la informática y la robótica.

Claro está, ideadas en su momento, por aquellos que, esforzándose, sí que se aseguraron de que el invento generaría continuidad (o adicción, como quieran llamarle) y, sobre todo, perpetuar así los pingües beneficios venideros. En esta dinámica estamos inmersos. Y no puede estar más latente estos días, sí la trasladamos al Congreso de los Diputados, y en sus sesiones de investidura de estos días para formar gobierno.

Se puede considerar que, con el mínimo esfuerzo y dedicación (e inmiscuidos y preocupados por los chismes y ocurrencias de sus cuentas en las redes) se aseguran una buena tajada a final de mes con el mínimo esfuerzo. Eso sí, con el consentimiento y la generosa benevolencia de quienes todavía confían en el sistema.