Cierto tipo de suceso se está convirtiendo desde que se abrió la temporada de caza en tan habitual en los medios de comunicación como los accidentes de tráfico: el que nos habla de víctimas mortales o gravemente heridas a consecuencia de los disparos recibidos durante jornadas cinegéticas.Van desde octogenarios a muchachas de quince años. Unos y otras reciben en sus entrañas el plomo que iba destinado no a matarles a ellos, sino a otras especies. Pero es lo que tiene jugar con la Parca, que uno coquetea con ella y al final siempre es la muerte quien decide. En cualquier caso, parece que lo más inteligente sería no invocarla como forma de diversión.Me pregunto qué es lo que preservan los cazadores, que se autodenominan "conservacionistas". La vida de animales no, está claro. La de seres humanos a tenor de esta siniestra estadística tampoco. Tal vez el término con el que se venden a la sociedad no sea el más apropiado para calificarlos, ya que su actividad está mucho más cercana a la destrucción que a cualquier tipo de protección.Lo cierto es que el asunto no tiene ninguna gracia porque representa una sangría autorizada y continua de vidas humanas y animales sin que a la luz de la razón, existan un solo motivo que justifique el que unos sujetos armados salgan a pegar tiros en un espacio público. Habrá que preguntarse qué tipo de controles pasan estos escopeteros para obtener su licencia de armas, porque preocupa y mucho su tendencia a disparar a todo aquello que se mueve incluso antes de identificarlo o de asegurarse si algo se interpone en la trayectoria. Parece estar más relacionada, esta actitud, con el ansia cegadora y testicular que les invade cuando creen tener una pieza a su alcance, para después poder fardar en el bar sobre lo mucho que han abatido. Un bar, hay que señalar, que a menudo visitan también antes de echarse al monte con un arma cargada y del que petaca en mano, suelen llevarse reservas para consumir mientras cazan.Y las autoridades, como es habitual, a remolque de los acontecimientos y creyéndose que todos estos muertos – hablo ahora de los humanos, porque los cadáveres de zorros, jabalíes o venados se la refanfinflan – son víctimas de la fatalidad. No, Señores políticos, ni la caza es un medio de sustento sino un entretenimiento, ni una necesidad para el equilibrio ecológico pues causa mucho más daño en el mismo que bien, ni tampoco la escalofriante lista de fallecidos y heridos por armas de cazadores es un azar adverso. Todo ello, es el resultado de su poca lucidez y valentía para prohibir una actividad peligrosa que lejos de reportar beneficios sólo genera dolor.Julio Ortega Frailewww.findelmaltratoanimal.blogspot.com