Hace unos día estuve en el antiguo hospital de la Cruz Roja de Badajoz, hoy con otra denominación, en visita a un familiar recién operado en el mismo. Y dentro de la habitación del enfermo en cuestión me llamó la atención basta mi gran y apasionada afición por las aves, el gran ruido que surgía del patio interior del mismo. Indudablemente eran gorriones comunes (Passer domesticus), y por la hora, no otra que al caer la tarde sus habituales dormideros, en este caso en unos naranjos existentes. No cabe duda que son muchas las quejas que se oyen de estos paseriformes por su costumbre de tener grandes dormideros en árboles de calles y sobre todo jardines de nuestras ciudades, todo basado por las molestias, sobre todo por sus deyecciones en sus hoteles de pernoctar urbanitas. No cabe duda que cada día quedan menos especies silvestres desgraciadamente, pero el "pardal" para los extremeños por los menos por estas latitudes, también en Cataluña y Galicia, y Txolarre en el País Vasco, está muy claro que es un todo terreno, sobre todo basado por su omnivorismo, come de todo y que decir de su gran capacidad de reproducción, así como nunca olvidando su gran inteligencia. Pero me quedé con lo comentado de la paciente visitada y otros que en ese momento se encontraban por allí, en la típicas visitas de vecinos ingresados cuando ello es posible. Sus expresiones y palabras no eran otras que aunque sea en un pequeño resumen sonaban así, "hacen mucho ruido pero parece que nos dan alegría a la vez que entretienen con sus peleas por su lugar para pasar la noche." Y eso si sobre todo estas otras, "Y nada más que amanece parece que te dan vida, dado que vuelve casi el mismo jolgorio, para ir desapareciendo y volando cada uno por su lado". Sinceramente me encantó las expresiones de esas personas, como agradeciendo ver vida en estos pequeños traviesos y abundantes pajarillos de no más de 30 gramos de peso.(*) El autor es naturalista y ornitólogo