¿Cuál de nosotros fue el que os reveló que nos gusta perecer en la arena? Supongo que resulta fácil proclamarlo si siempre son de otro los músculos que se desgarran y los pulmones que se atraviesan, tal vez lo es cuando la mutilación se practica en cuerpo ajeno. Si, imagino sencillo pregonar como cierta tan abyecta teoría para quienes saben que jamás un cuchillo seccionará su médula y que no morirán paralizados y ahogados en su propia sangre en un ruedo. ¿De verdad creéis que tan cruel tormento nos causa placer a los toros? ¿Estáis convencidos de que puede existir un solo ser vivo con capacidad sensorial que disfrute con semejante suplicio? Si la respuesta es sí habla la ignorancia, y si es no, entonces lo hace la hipocresía. En cualquier caso, habéis edificado con la miseria moral un monumento canalla a la atrocidad.Qué poco cuesta llamar tradición a la tortura cuando es el sayón quien pone nombre a su acción y la víctima está perpetuamente condenada al silencio. Porque esa es la única la verdad que os ampara: la certeza de saber que nosotros jamás podremos hablar y que por lo tanto, nunca saldrá de nuestras gargantas una voz que os exprese la angustia, el miedo y el dolor que realmente sentimos cuando el hierro horada repetidamente nuestra carne.Pero no tendría que ser necesario que pudiéramos articular palabras para que comprendieseis el inmenso padecimiento que la lidia nos causa. La ciencia, capaz de interpretar y de explicar un sistema nervioso central os transmite nuestro sufrimiento físico y psíquico vuestra sensibilidad, si la tuviereis, debería de hacer el resto. Decidme, ¿qué más necesitáis?Seguid martirizándonos y matándonos si con eso os pensáis más viriles, más artistas, más cultos y más dignos, pero por favor, no afirméis que el toro, si pudiese hablar, escogería la muerte lenta y agónica en la plaza, porque no es así. Queremos vivir, al igual que lo desean todos los animales, incluidos vosotros, los humanos. Y lo más ruin es que lo sabéis muy bien, pero claro, reconocerlo no ayudaría demasiado a vuestra defensa de la brutalidad.Olvidaros de la bravura y de las dehesas. Ni la conservación de una subespecie de laboratorio ni unos pocos años pastando en la hierba, justifican la crueldad que nos tenéis reservada. ¿Queréis para vuestros hijos tan sanos y bien criados un destino similar?, ¿lo desean aquellos que en vuestra sociedad llevan una existencia regalada? Seguro que no, porque esos niños, esos reyes y vosotros mismos huis del dolor, y no hay pasado placentero que lo mitigue. Queréis exactamente lo mismo que nosotros, los toros por cuya boca habláis y mentís.Julio Ortega Fraile

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