Cuánta seguridad emocional nos reporta el ofrecimiento de ese brazo amigo, desinteresado, comprensivo. Que no necesita especiales tratamientos musculares para notarlo firme y robusto, pero que sí nos ofrece un nexo de unión entre la esperanza y la solución a esos difíciles problemas, ineludibles, que dan la cara en algunos momentos de nuestras vidas.

Estar bien preparados para ayudar a los demás es encomiable; aunque da la sensación de que, esa virtud educativa no encaja en el ritmo agresivo y competitivo de la sociedad actual. Nos necesitamos unos a otros; como la luna necesita del mar para reflejarse. Por lo tanto, reflejemos nuestra solidaridad hacia los demás, tonificando nuestra musculatura emocional con actos que dignifiquen nuestra condición humana.