Desde la atalaya de neutralidad y buena fe a la que suelo encaramarme para opinar me resulta francamente difícil encajar el despropósito que la Consejería de Cultura ha cometido con la obra de "reforma" de la torre del templo parroquial de Talaván. Vaya por delante que mi opinión sobre esta obra, deja a salvo de toda sospecha y por ende fuera de mi reproche a los talavaniegos que con su buena fe y su acertada gestión, han conseguido extraer de la administración autonómica los fondos necesarios para acometer una obra urgente y oportuna dado el deterioro de la torre y sus consecuencias para el resto del templo. Sin embargo, dicho lo anterior, les invito, paisanos y amigos, a sopesar y juzgar con mesura la obra realizada. Para ello, empiecen por considerar la meritoria fábrica de este robusto templo, para ir conformando su juicio, añadan la observación de los remates de las otras torres de los vecinos pueblos y en general en las iglesias extremeñas léase a continuación con calma el estudio histórico redactado por la propia Junta y que figura transcrito íntegramente en la página web del Ayuntamiento, y visualícese finalmente el cubo construido como remate de la torre, añádase un mínimo de sensibilidad y gusto por la armonía y las proporciones, y probablemente les inunde la misma amarga sensación que a mí me atenaza ante la observación de lo irreparable, de los hechos consumados, del evidente atentado contra cinco siglos de historia y el más sobresaliente ejemplo de arquitectura medieval de la villa. Es verdad que, ante el mal estado de la torre intervenida, en los años setenta del pasado siglo, se atendió a la emergencia mediante la tan socorrida como desafortunada solución del tejadillo a un agua, para evitar males mayores. Pero la propia memoria del proyecto juntero, reconoce la solvencia arquitectónica del templo en sí, aventurando incluso que su diseño se debió sin duda a un maestro de reconocido prestigio de la época. Dificultades económicas de aquel tiempo, –conjetura el documento- obligaron a rematar con urgencia y precariedad muchos templos, entre los que se cuenta éste, lo que provocó que adoleciese de un adecuado remate en su torre. La memoria técnica sopesa para llegar a sus conclusiones los remates de los templos de municipios limítrofes entre los que encontramos las soluciones más variadas pero todas ellas airosas: desde los más sencillos, con tejadillo a cuatro aguas, a los más sofisticados: antepecho con gárgolas pétreas para desagüe en las esquinas y flameros de remate con balaustradas con chapitel, con espadañas. Y uno piensa con lógica que a continuación, el autor del proyecto se inspirará en tales ejemplos para diseñar su solución. Una vez leído y observado todo lo anterior, y mirando atónito lo construido, uno se pregunta en medio del marasmo y la confusión: ¿Cómo es posible tanta incongruencia entre lo estudiado y la solución adoptada? Porque, Nuestra Señora de la Asunción, cuando a partir de ahora levante la vista, constatará que, en lugar del tejadillo a un agua, con escasa pendiente y terracilla inclinada que antes remataba con cierto infortunio su templo, no le han construido, no, un remate a base de antepecho con gárgolas pétreas para desagüe en las esquinas y flameros de remate ni con balaustradas ni chapiteles, ni espadañas, no. Ahora, sobre la torre, luce a los cuatro vientos de los otros tantos lugares, un disonante cubo vanguardista, de futurista diseño, textura lisa y aspecto hormigonado, desmesurado respecto al resto de la torre que lo soporta, recorrido desde su base a su cima, sin interrupción por sendas escotillas igualmente vanguardistas, rectangulares y arrejilladas. Tal es así que, ante la ausencia de remate alguno, ante la desnudez del cubo desmochado, sin cima, sin cúspide, sin aguja ni pináculo, el Ayuntamiento, compasivo, ha colocado por su cuenta y riesgo una suerte de balaustres con resultado aun más desconcertante. El resultado es un engendro inarmónico, futurista y anacrónico, encaramado en una iglesia medieval extremeña, poblada de cigüeñas y rodeada de un mar de verdor y encinas. Se proponía la autora del estudio aludido adoptar una solución que permitiese coronar la obra en "una airosa torre de iglesia del llano cacereño". Pues se ha lucido el técnico encargado de trasponer tales ideas al plano. El resultado, la realidad que se observa desde muchos kilómetros de distancia, produce el efecto depresivo de lo irremediable. Si encomiable resulta la iniciativa de los paisanos que acometieron la gestión del proyecto, cargados de fervor y sana intención, reprobable me parece, en cambio, la falta de respeto y la incompetencia del técnico de la consejería de cultura responsable de la solución adoptada. Menos mal que hogaño, por mor del beneficio, la calidad de los adobes y argamasas, y la moral imperante de usar y tirar, las obras humanas no perduran cinco siglos, como las piedras de antaño. Roguemos a la Virgen que subyace impertérrita bajo el invento, para que así sea. José Muñoz González.