A veces madrugo de forma voluntaria cuando me acuesto muy tarde, y la presión que me genera en la cabeza, me hace bendecir cómo sale el sol, que veo afortunadamente aparecer desde la ventana donde me encuentro y me siento cómplice de la vida. Como si supiera yo más de ella, que todos vosotros, que aún estáis descansando en vuestras camas.

Este viernes fue una de esas veces, con varios periódicos en las redes, intentando parir una noticia única de cada hecho, juntando los relatos de cada uno de ellos, con sus partidistas opiniones, en la mayoría de los casos. Este viernes pude haberme ahorrado el madrugón y con ello el sofocón, pues engullí el relato de primera mano de mujeres y niñas usadas como arma de guerra que fueron agredidas sexualmente en una cadena de violaciones sucedidas en Birmania contra los rohingya.

Humillaciones que las estigmatizan, siendo repudiadas por los suyos después de haberlas sufrido, por si no tuvieron bastante con padecerlas.

Soy de mecanismo básico y repetitivo, si se me revuelve la bilis, ahondo en la llaga. Violaciones a mujeres como arma de guerra. Busco en lo ya sabido. Sí. Hay más. Siempre lo hay. La mujer es vejada como castigo a un pueblo entero, a una comunidad, a una raza, a una religión o creencia e incluso a toda una nación. La mujer y la niña, ente creador presente y futuro, es maltratada como venganza y representación del daño que quieren ocasionar contra su país, sus maridos, sus padres y sus hijos. Yo me follé a tu madre y después a tu mujer. Tu hija se la dejé a mis amigos. Sus cantos de victoria arañan el alma. Salvajismo engendrado en manada y eso es lo más vomitivo.

¿Hasta que célula madre (y volvemos al género femenino) está instaurado la violación como arma contra otra persona que no sea primero la persona misma? ¿Cómo un hecho tan aberrante e inhumano lo realizan cientos, miles de hombres en grupos? Cuando el ser humano subsiste en la barbarie, ¿pierde todo código de honor y la crueldad le embarga o son instintos salvajes que albergamos todos y que se abonan y desentierran en instantes en esos terrenos monstruosos? Otros individuos que han crecido en situaciones de no necesidad, al ejercer su labor en países con conflictos, buscan igualmente el cobijo del camarilla creando banda con códigos de deshonor, insultando a su cuerpo militar y a su nación. O los cuerpos de policías mexicanos, denunciados por vejaciones sexuales a mujeres en los interrogatorios como método de extorsión para obtener información de las mafias.

En los datos que proporciona Amnistía Internacional, se encuentran testimonios que narran la violación en grupo de 6 policías a una mujer de 26 años para que confiese. Muchas denuncias, ninguna investigación, juicio o castigo, que transmiten el mensaje de que estas prácticas son admisibles. Y las entrañas se abren con el silencio revelador de la prole.

Esa prole presente en la tragedia observando con un sólo ojo entreabierto, oyéndolas, consiguiendo parar la respiración de forma tajante hasta parecer muertos, que padecen una vergüenza cultural execrable, y desarrollan semillas de locura y odio. La prole de madre deshonrada que se asoma a un abismo con fácil caída en la reincidencia de la crueldad o en la desesperación de saber sin comprender. Mujeres de Alemania, Brasil, Sudáfrica, México, Birmania, Estados Unidos, Irak,…. España…. perdonadme.

No os puedo leer a todas. Nadie os podrá leer a todas, pero seguro que siempre habrá un oyente para cada una de vosotras. Son hombres, mi especie y la vuestra, la misma de quien os engendró, la de vuestros hijos, y la de miles de hombres adorables que nos acompañan en nuestro día a día, no sé la causa ni en qué momento esos en concreto, degeneraron en deleznables monstruos. “No recuerdo haber gritado ni una sola vez. Estaba aterrada”, dice. A sus 84 años, recuerda los hechos mientras limpia sus manos, una y otra vez, en la cobertura que protege el reposabrazos del sillón en el que repasa sus recuerdos.

Cuando regresó a casa no se habló jamás del asunto, ni jamás desde entonces se le ha ocurrido reclamar ningún tipo de reconocimiento o indemnización. “Algo quedó muerto en mí”, trata de explicar ahora. “Perdí la sonrisa para siempre. Después perdí las lágrimas. Y le voy a decir una cosa: se puede vivir sin sonreír, pero no se puede vivir sin llorar” Elfriede Seltenheim Miriam Gebhard “Als die Soldaten kammen” M.J.Trinidad Ruiz www.trinidadruiz.com