El 2 de marzo unas fotos dieron la vuelta al mundo. Procedían de la isla de Rey, una playa donde 200 ballenas quedaron varados y 130, a pesar de los esfuerzos, murieron. Con ellas fallecidas en esta diminuta isla turística, entre Australia y Tasmania, son ya más de 400 las han muerto desde finales del año pasado, todos varados en playas de la región de Tasmania. Los científicos dicen que los animales siguen el sónar de los grandes buques, y de vez en cuando a un líder con los oídos estropeados que, sin quererlo, conduce a los demás a la muerte. 130 que hay que sumar a los 1.000 que el Gobierno de Japón se puso como meta cazar este año.