El historiador Sergio Luzzatto, profesor de la Universidad de Turín, acaba de cuestionar, sin proponérselo, la infalibilidad del Papa, en este caso de Juan Pablo II, que en 1999 beatificó al padre Pío y en el 2002 lo canonizó. Es difícil, sin embargo, que la próspera industria de la santidad acuse el golpe, porque, como el mismo Luzzatto explica, "es santo porque la gente lo ha querido", y contra eso, poca cosa se puede hacer. El capuchino Pío de Pietrelcina (1887-1968) adquiría productos químicos capaces de ser usados para mantener abiertas las heridas que propagaron su fama de administrador de dones sobrenaturales, según este historiador.