"La memoria es un poliedro y la mano que lo mueve para enseñarnos la cara que más conviene en ese momento es el presente". Con esta convicción, el historiador Alfonso Pinilla dedica sus investigaciones a buscar las caras de la historia que en su día fotografiaron los medios de comunicación, para obtener una visión completa. Ese es el objetivo de La transición de papel , que presentó la semana pasada en Cáceres.

El asesinato de Carrero Blanco, el 23-F... ¿Qué le lleva a estudiar estos hechos a través de su cobertura en los medios?

--Que, en el fondo, la percepción que desarrollan los medios sobre los hechos incide de manera importante en el proceso histórico, porque ya no podemos volver al hecho en sí y lo que nos queda de él son restos, como las noticias. Los historiadores lo que hacemos es comprender el pasado comparando los restos; de ahí, el interés por los medios, que siempre han sido fuentes del historiador, pero que yo trato como objeto de estudio, como creadores de realidad.

Precisamente para analizar esa "creación de realidad" ha creado un método. ¿En qué consiste?

--Es la combinación de dos, uno es mío y otro del profesor Antonio Rodríguez de las Heras, antiguo catedrático de Historia Contemporánea de la Uex. El suyo, La topología del discurso , analiza la naturaleza ideológica de los medios a través de sus páginas de opinión, mientras que el mío se centra más en las cuestiones formales (dónde se ubica la noticia, cuál es su extensión...), sin perder de vista las ideológicas, porque son complementarias. Yo tuve oportunidad de usar este planteamiento en mi tesis y lo apliqué de forma más sistemática en mi primer libro, sobre el asesinato de Carrero Blanco.

Este es más divulgativo.

--Efectivamente, el primero fue sobre todo académico: es la aplicación del método que estudia cuestiones formales --El revelador de niveles de importancia --, donde obtenía curvas de redundancia (en qué insisten los periódicos), silencios... Y este segundo libro aborda esas cuestiones desde un punto de vista menos académico, centrándose en los resultados.

Además, abarcando un periodo más amplio, la Transición, en vez de un solo hecho.

--Exacto, incluyendo tres fenómenos que son cruciales para el proceso: el asesinato de Carrero (sucesor de hecho del franquismo), la legalización del Partido Comunista (que supone la adaptación progresiva del sistema político a su entorno social) y el 23-F (que es un punto de inflexión de la Transición, al poner el proceso al borde del fracaso).

Para usted, el historiador no busca la verdad sino "compara" verdades. ¿Cuántas hay de la Transición?

--Realmente la comparación de verdades es la espina dorsal de este libro, que defiende que solo a través de la comparación de las distintas verdades se puede entender un proceso tan complejo como la Transición. Por eso, abordamos la verdad de El Alcázar, un periódico con ideología reaccionaria, y lo comparamos con periódicos de carácter centro-izquierdista como El País o Diario 16. Por tanto, hay un coro polifónico de voces que tratan los mismos hechos, pero con distinto abordaje.

O sea que al final hay tantas verdades como medios.

--Hay tantas verdades como medios, aun con matices entre ellas.

Habrá algo en lo que coincidan.

--Por supuesto, siempre hay redundancias. Además, decir que hay más de una verdad no puede desembocar en una afirmación peligrosa: que todas las verdades valen lo mismo, ya que unas tienen más peso intelectual y científico que otras.

¿Y en qué coinciden todos los medios durante la Transición?

--En la incertidumbre y en el riesgo que supone abrir el sistema político a la participación popular. Lo que pasa es que algunos eso lo consideran como esperanza y otros como desastre. Por ejemplo, cuando muere Carrero Blanco, todos los periódicos ponen de manifiesto que se está entrando en una época nueva; pero los reaccionarios dicen que el único cambio posible debe estar dentro de los parámetros del régimen y los aperturistas defienden que es necesario abrir las instituciones a la participación popular.