La Editorial UOC publicaba hace dos semana una primera parte de la tesis doctoral del antropólogo extremeño Alfonso Vázquez, que investiga las consecuencias de que una parte de la sociedad quede fuera del acceso a las nuevas tecnologías. Con las redes sociales en pleno apogeo, analiza este fenómeno y su uso.

--¿Corremos el riesgo de sobredimensionar la importancia de internet y la informática?

--La informática se ha impuesto en la sociedad actual e internet se ha ido popularizando: ha dejado de ser un reducto de extravagantes para ser una realidad paralela. No podemos negar su importancia, y quien no domina este campo, queda fuera de juego. No estar al día te excluye social y laboralmente. Y eso va en alza. Estamos viviendo una revolución cultural y social, y en cualquier caso siempre sería mejor correr ese riesgo que el contrario.

--La herramienta de moda son las redes sociales, ¿por qué?

--Si no estás en internet no eres nada, no existes. Los jóvenes son conscientes de ello. Es una herramienta maravillosa, pero con una vertiente mercantilista. Es un elemento más del estatus, un indicador de consumo y por lo tanto de prestigio. Si los adultos buscamos un coche más potente que el del vecino, una casa más grande que la del compañero de trabajo, los adolescentes y niños quieren su moto, su móvil y el Tuenti con más visitas y amigos.

--Asegura que este tipo de redes se han convertido en pubs digitales, puntos de encuentro sin ruido ni humo

--Son un escenario más, un nuevo ágora. En algunos casos extremos, el ordenador llega a ser un sustitutivo de la realidad, pero por regla general es algo complementario, otra oportunidad más. El contacto cara a cara podría ser muy difícil para una persona tímida, pero la pantalla del ordenador es una terapia y permite superar esa barrera psicológica. El teclado da libertad y permite llegar donde el bis a bis nunca llegaría.

--Sin embargo se está haciendo mayor hincapié en los riesgos que en las ventajas.

--Con el caso de Marta del Castillo las redes sociales han saltado a la palestra. Gente que nunca había oído hablar de ellas, ha recibido una andanada de información sesgada. Si los grupos de opinión demonizan una práctica, el 80% de los lectores la demonizarán también, incluso antes de saber de qué están hablando. Lo cierto es que no hay más peligro en la red que en la calle, pero se ataca a internet mostrando su perspectiva más escabrosa y se oculta su lado amable.

--¿Es solo desconocimiento?

--En general, a los humanos lo nuevo nos da miedo, el cambio nos aterra. Es el desconocimiento lo que nos hace atacar a la red. Es un axioma innegable. Y hay que conocer antes de hablar. La verdad nos hará libres. Hay muchos tópicos sobre la fragilidad de la intimidad en internet, pero el buen uso los invalida.

--Y sin embargo en el libro asegura que redes como Tuenti causan estragos en los centros educativos.

--Más que estragos, está cambiando radicalmente la forma de expresarse, comunicarse y relacionarse. Si no estás en estas redes, es como si no tienes móvil; te conviertes en un bicho raro. Los chavales son conscientes y todos prueban y acaban conectados. Es una espiral. Pero de aquí a buscar consecuencias letales va un buen trecho.

--¿Cuáles son las consecuencias de esa falta de formación?

--La formación de la persona es imprescindible, tanto en internet como en la calle. La ignorancia nos convierte en seres débiles. Una parte importante de los alumnos que termina la ESO lee con dificultades y un número preocupante no entiende lo que lee. Los valores éticos se dejan de lado. Serán carne de cañón en el exigente mercado laboral. El problema es más la escasa formación general que la formación tecnológica. Si una persona no tiene escrúpulos en la vida real, no los tendrá en su vida online . Es más preocupante la brecha digital entre los grupos de iguales que entre generaciones distintas. Lo grave es la brecha que hay entre los propios jóvenes, que va a crear en el futuro estamentos sociales bien diferenciados: la élite online y los nuevos parias offline .

--También insinúa en su libro que detrás de las redes sociales hay intereses comerciales.

--Las empresas han comprendido el momento que vivimos y están cambiando su presencia en la red. Ya no se limitan a tener una web con el catálogo de servicios, sino que ofrecen asesoramiento, actividades lúdicas y otras estratagemas para tentarnos sin darnos cuenta. La publicidad en la red se vuelve más sutil, busca otros mecanismos. Además, la red social tiene un costo, y las empresas no son oenegés. Venden productos y buscan ganancias. Ellas no van a hacer negocio con la foto del botellón de mi pueblo ni las de un día de campo; su beneficio está en la publicidad y en la captación de tendencias. Estas plataformas se convierten en observatorios sociales excepcionales que proporcionar una información sobre las pautas de consumo de sus usuarios.