Durante el rodaje, que transcurrió en Madrid, Sevilla y Cádiz, la protagonista tenía en su camerino la foto de Lola al lado de las estampillas de sus santos, a los que rezaba y ponía una vela. "Ahora lo tengo todo en la mesilla de noche. Es mi altar". Por si fuera poco, en su bolso siempre lleva una chapa roja con la imagen de Lola que le regaló la directora de vestuario el primer día y que, detrás, tiene un espejo. "En la filmación me ayudaba a tenerla muy presente. Era como meter al personaje dentro de mí. Y, al darle la vuelta, me acordaba de que tenía que seguir siendo yo misma". De hecho, fue Evora quien convenció al cineasta para que nadie le doblara en los números musicales. "Por suerte, al final pensó que si ya tenía a una niña que canta y baila, ¿por qué tenía que buscar a alguien para hacerlo?".