Los pilotos siempre son los protagonistas de las carreras, pero hay que ser de una pasta especial para viajar a su lado como copiloto. La tensión se palpa, y los rallys y la conducción cotidiana son un ejemplo.

Cada maestrillo tiene su librillo, dicen. Y cada conductor, su forma propia, intransferible, de conducir. El problema es que muchos conductores, con o sin motivo, generan auténtico miedo en las personas que se sientan a su lado. El del copiloto es, por lo tanto, un lugar que genera tensiones. No hay duda, es el asiento del miedo. Y esto a pesar de que muchos copilotos profesionales en grandes carreras lo nieguen.