La novela póstuma de Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953-Barcelona, 2003) 2666 , que ha salido a la venta en EEUU recientemente, fue el tema de portada del suplemento literario The New York Times Book Review el día 9. La caudalosa (dos páginas) crítica de nada menos que Jonathan Lethem, el autor de Huérfanos de Brooklyn , señala cual lengua bífida los dos procesos de que están siendo objeto el autor y su obra, si es que pueden separarse: coronación y mitificación.

Por un lado la pieza es laudatoria. Mucho. "Bolaño ha probado que la literatura puede hacerlo todo, y por un instante, al menos, ha dado nombre a lo innombrable. Ahora lancen sus sombreros al aire", concluye.

Como reverso, el texto atribuye la colangitis esclerosante primaria (enfermedad hepática crónica sin causas identificables) que mató a Bolaño "al uso de heroína años atrás", una afirmación que ya se había vertido en el pasado alimentando la conveniente --para el mercado norteamericano-- pero inexacta imagen de escritor maldito.

RASTRO SIN FUNDAMENTO

La pista opiácea seguida por Lethem hasta la enfermedad que acabó con Bolaño recibe tres desmentidos como tres puñetazos de Bruno Montané, Antoni García Porta e Ignacio Echevarría.

"Jamás le vi ni borracho", dice Montané, poeta amigo de Bolaño desde los días en los que militaban en las filas del infrarrealismo poético en México y la inspiración para el real visceralista Felipe Müller de Los detectives salvajes .

"Con él todo el rato eran tecitos y cafés con leche", dice el escritor Antoni García Porta, amigo de Bolaño prácticamente desde que este llegó a Barcelona en 1977.

"No tiene ningún fundamento. Si fuera verdad él mismo no habría tenido reparos en decirlo", dice Echevarría, responsable de la edición de los libros póstumos 2666, Entre paréntesis y El secreto del mal .

El origen del error habría que buscarlo, indirectamente, en el propio Bolaño, si hay que hacer caso al escritor peruano Gustavo Faverón que apunta con plausible sensatez en su blog que los norteamericanos han tomado como una confesión autobiográfica un relato narrado en primera persona por un drogadicto llamado Playa .

A esa presumible intención autodestructiva habitual en toda mitificación también se une la presunción de suicidio, esta vez sí de caracter algo más poético y romántico. Según esa teoría, Bolaño pospondría un trasplante de hígado hasta el último momento, obligado por la necesidad de escribir 2666 contrarreloj.

Carmen Pérez de Vega, que estuvo a su lado en los últimos tiempos, lo niega. "Roberto quería vivir. Desde que le diagnosticaron la enfermedad no dejó de cuidarse... Ahora bien, lo que sí hizo a temporadas es negar la enfermedad. Aceptar un trasplante es una decisión difícil. Quizá no era del todo consciente de que lo que le faltaba era tiempo, aunque alguna vez llegó a expresarlo. Tengo el convencimiento de que, de saber que tenía un plazo más largo, habría escrito al mismo ritmo".

Pérez de Vega, a quien está dedicado el cuento El viaje de Alvaro Rousselot , es una pieza fundamental en el complejo puzle Bolaño. Ella fue compañera sentimental del escritor en los últimos dos años, aunque el autor no cortó oficialmente amarras en su matrimonio con la que hoy es su viuda, Carolina López, actual representante de los derechos de sus hijos, Lautaro y Alexandra.

A la muerte de Bolaño, su viuda se dirigió a Echevarría para que "encauzara la edición de sus libros póstumos", según el crítico literario. "Ella me dijo que Roberto le había dicho, a su vez, que me consultara las decisiones relativas a su obra".

Echevarría recibió copia de los archivos del disco duro de Bolaño. Suya, de López y del editor Jorge Herralde fue la decisión de sacar 2666 como un libro en vez de como cinco, opción que prefería Bolaño pensando en la seguridad económica de sus hijos. Después Echevarría propuso la edición del, a la postre, conflictivo volumen Entre paréntesis . Fruto de su "exploración" del disco duro, la colección de relatos y esbozos El secreto del mal fue el último libro impulsado por Echevarría. Simultáneamente apareció La universidad desconocida , ya sin rastro de Echevarría y prologado por López "en representación de los herederos del autor".

Y mientras, la leyenda Bolaño se agiganta en todo el mundo --pero más en Latinoamérica donde se ha convertido en un símbolo global para los jóvenes--hasta proporciones inverosímiles. Su amigo Rodrigo Fresán, escritor, comenta a modo de disparate que le han pedido un artículo sobre el supuesto de que Bolaño gana el Nobel. El debía hacer la crónica del acto y reflejar el discurso de aceptación del ganador. "Es muy molesta toda esa glotonería alrededor de la figura de Roberto. Casi da miedo. Lo que hay que hacer es leerle", apostilla Pérez de Vega.

Desde su retiro en Girona, Salomé Bolaño, la hermana del autor, asume que las "inexactitudes" son parte de la historia de los escritores carismáticos. "El mito seguro que seguirá creciendo... o la realidad escondida en el mito. Y se equivocan quienes creen que no conocí al mito".