Desconocida o mal conocida, a menudo a través de lenguas interpuestas, la literatura japonesa ofrece un caudaloso camino que la publicación de Salto mortal , la última novela de Kenzaburo Oé, invita a recorrer a través de 13 estaciones con un puñado de sugerencias de lectura.

Many-shu es la primera propuesta. Estos cantares del siglo VIII, la Colección para diez mil generaciones , aún hoy se recitan acompañados de la biwa o el koto. Cualquier bachiller japonés está familiarizado al menos con una veintena de los 4.500 poemas de esta antología, en los que ya aparece la métrica del waka o tanka, la única forma de versificación que con el haiku persistirá hasta nuestros días.

Ise-monogatari . Un siglo después, en el año 825, aparecen los Cantares de Ise , cantos crípticos de amor del príncipe Narihira, escritos por un autor anónimo que rastreó los 125 episodios del diario del apuesto cortesano.

Los Romances del príncipe Genji es una obra monumental, inacabada a pesar de ser más gruesa que la Biblia, y a cuya escritura dedicó 20 años una dama de la corte imperial del siglo XI, Shikibu Murasaki. Es sorprendente su realismo, que contrasta con un hecho curioso: no se menciona nunca el quehacer del pueblo llano. Tildado de santurrón, el príncipe Hikaru Genji comparte amores con su esposa oficial y siete concubinas, entre ellas la autora, y otras nueve cortesanas. Considerada por muchos la mejor obra clásica, se ha reescrito tres veces en japonés moderno.

Entre otras obras de la época, en el siglo XVIII fueron descubiertos 1.047 divertidos Cuentos de antaño (Konjaku monogatari), en los que se vislumbra por fin la vida popular y se evidencia la abismal diferencia con la literatura occidental del tiempo.

´N´, el teatro esotérico . Se suele dividir el teatro japonés en clásico y popular, es decir, en el n" y el kabuki, a los que por extensión habría que añadir el ruri y el bunraku o teatro de marionetas. A mediados del siglo XIV, Kanami inició el n" y su hijo Zeami lo extendió para entretenimiento de la nobleza. Entre los años 1375 y 1475 se escribieron unas 250 piezas. Tal vez por la incomprensión de la influencia zen, los críticos occidentales han tildado el n" de "antiteatro" por sus gestos esquemáticos, caracteres ultraterrestres, el decorado elemental, la danza fantasmal, la música sombría y las máscaras desconcertantes. El n" suele centrarse en los 49 días del purgatorio budista inmediatamente después de la muerte; nos acerca a la práctica del zazen, cuando, prescindiendo de todo, el neófito se encuentra a sí mismo.

Así comienza Kenzaburo Oé su paseo por la literatura nipona.