Los años no pasan en balde ni para Alatriste. Diez años después de nacer fruto de la imaginación y la escritura de Arturo Pérez-Reverte, el popular capitán español del Siglo de Oro es "más complejo", con más lados oscuros, le pesan más los sentimientos y discute vehementemente con su protegido Iñigo de Balboa. Y además, descubre en el Mediterráneo un mundo de corsarios, berberiscos, turcos, esclavos y galeras.

La sexta aventura, Corsarios de levante , publicada nuevamente por Alfaguara es el colofón perfecto para un año en el que el aventurero se ha hecho carne, en la persona de Viggo Mortensen, y encabeza la lista de películas más vistas, concretamente por más de 3 millones de espectadores. Pese al éxito cinematográfico, no habrá secuela, pero sí tres entregas literarias más.

Pérez-Reverte comenzó esta nueva aventura de Alatriste antes de escribir su última novela, El pintor de batallas , que ha cosechado buenas críticas y ventas desde su publicación en marzo. Y la ha terminado en los últimos meses, pero "sin contaminarse" de la versión cinematográfica. De lo que sí está plenamente contagiado es de la vida; sus heridas son las de su creador.

"Para mí, es como un amigo", dijo el autor, con un poder de convocatoria medido en un centenar de medios de comunicación, solo comparable a la audiencia que en el mismo salón del Instituto Cervantes reunió hace una semanas otro artistas popular, Antonio Banderas. "Alatriste es el resultado de una vida, y si yo no fuera como soy, el capitán no sería como es", dijo.

En Corsarios de levante hay menos intrigas palaciegas y más descripción del abandono al que la corona española sometió a sus plazas en el norte de Africa. El lector viaja en La mulata y el autor le invita a ver abordajes, piratas sanguinarios, turcos, el mar Egeo, la Barbería y Nápoles, ciudad puntera en la estrategia marítimomilitar del Imperio español, "la gran base de la OTAN de la época.

Pérez-Reverte ha querido profundizar también en el lenguaje de la época, que sea, dice, "un personaje más". Lo que apenas cambia es la mirada descarnada, cínica y violenta del protagonista y de los personajes que le rodean. El autor pide a los lectores que no juzguen las acciones de Alatriste con los valores del siglo XXI. "Era un mundo muy duro y no podemos juzgar a los españoles de entonces con lo ojos de una oenegé de hoy", señala.