Para resumir el clima de miedo y paranoia que vivía Norteamérica en la época que revive la segunda película de George Clooney como director, basta una palabra: McCarthy. Parapetado tras el Comité de Actividades Antiamericanas (HUAC), un senador así apellidado --de nombre Joe-- decidió a mediados de los 40 que el comunismo, hasta entonces un saludable antídoto contra el fascismo y el nazismo, era una amenaza para la sociedad americana y sus valores. Y se erigió en líder de una enloquecida cruzada basada en mentiras e intimidaciones.

El hombre estaba tan absorbido por la amenaza roja que no vio venir a Edward R. Murrow, protagonista de Buenas noches, y buena suerte . Conductor del informativo See it now, de la CBS, cuestionó los métodos del senador en 1953 y lo derrotó haciendo lo que un periodista debe hacer: informar, con el mentón apretado, la cabeza ladeada, la sintaxis corta, el habla cortante y la total convicción.

LIBERTAD Y DEMOCRACIA

En el filme de Clooney, Murrow no es un personaje tridimensional, sino más bien un símbolo, en su forma de demostrar que entre investigación y persecución hay una línea muy fina, que disensión no significa deslealtad, que acusado y culpable no son sinónimos. Que EEUU abandera la libertad y la democracia en el mundo, pero las ignora en su propia casa.

Sirvan como prueba de ello McCarthy y su caza de brujas --en referencia a los juicios por brujería que tuvieron lugar a finales del siglo XVII en Salem (Massachussets). El cometido del HUAC no era descubrir subversivos, sino más bien convertir a los acusados en apestados, en intrusos alienígenas --gran metáfora la de La invasión de los ladrones de cuerpos (1956) y reafirmar al americano medio en su patriotismo paleto. La televisión empaquetó los juicios en forma de entretenimiento melodramático, de cuentos morales destinados a no acabar bien, diga lo que diga The majestic (2001), acerca de un guionista que le canta las cuarenta al comité y se larga entre vítores.

Hollywood fue el blanco principal del HUAC. Centenares de actores, directores, productores, sobre todo guionistas, fueron acosados y forzados a delatar a otros colegas. Algunos lo hicieron. Elia Kazan, por ejemplo, vivió avergonzado por ello toda su vida. Los que no cantaron acabaron siendo marginados, como David Merrill, el cineasta protagonista de Caza de brujas

Algunos hasta tuvieron que permanecer en el exilio: en 1952, a Chaplin se le prohibió la entrada en EEUU porque se decidió que era rojo. Tardó 20 años en volver. Algunos guionistas proscritos siguieron trabajando con seudónimo. Otros recurrían a testaferros Lo de McCarthy fue muy bruto, tanto que Murrow y su equipo se jugaron la carrera para combatirlo. En ese sentido, la película de George Clooney es una celebración del profesionalismo, el de Murrow y los suyos.

En una época en la que el público es extremadamente cínico hacia el periodismo, Clooney nos recuerda que, una vez, aquél tuvo poder fáctico, y lo ejerció con afán. Pero, como la película demuestra, poco le duró. Escasos años después de su pulso con McCarthy, quedó demostrado que los tipos como Murrow no eran rentables y los concursos sí.