Esta es la crónica --a ratos irónica, siempre cruel-- de un abismo que prefiere negarse a sí mismo, porque el precipicio que se abre entre Florence y Edward, recién casados, durante su noche de bodas es el precipicio que se abre entre dos épocas, la grieta que separa la Inglaterra oscurecida por la represión y la del swinging London, la cicatriz de la historia seccionando la piel de una pareja que creía que se amaba como en las películas de David Lean. Sería injusto tratar la novela breve que es Chesil Beach (Anagrama) como una obra menor, porque la prosa de Ian McEwan (Aldershot, Inglaterra, 1948) sigue siendo tan tersa y tensa como en Sábado (2006) y Expiación (2001).