La Universidad de Extremadura, a través de la Unidad de Toxicología de la Facultad de Veterinaria, ha puesto en marcha una investigación sobre los riesgos del consumo de la carne de caza mayor. Un proyecto que intenta comprobar los niveles de contaminación de metales pesados, como el plomo y el cadmio, en los ciervos y jabalís de la región. Para ello, el grupo de investigadores que dirige el profesor de la Universidad de Extremadura Francisco Soler tomará una serie de muestras de estos animales en las distintas zonas de caza de Extremadura para poder luego determinar las concentraciones que tienen de estos dos metales en las vísceras y en los músculos. Los análisis se harán en los músculos porque es la parte del animal que se come, y en los hígados y en los riñones porque son los órganos donde se acumulan fundamentalmente los restos de plomo y cadmio.

En cuanto al porqué se ha elegido este estudio, Francisco Soler afirma que "era necesario realizar un estudio de estas características en una región como Extremadura, una de las regiones --la tercera-- en la que la actividad cinegética tiene más importancia. Y en segundo lugar, porque no existen controles exhaustivos sobre estas canales en el aspecto de residuos".

En España son pocos los trabajos llevados a cabo en esta dirección. Según la información que maneja el profesor Soler, ahora hay uno que se está desarrollando en Andalucía por la Facultad de Veterinaria de Córdoba sobre Sierra Morena; y otro estudio puntual en el delta del Ebro, pero que trabaja no con animales de caza mayor, sino con patos.

Anteriores a estos, sólo hay un estudio más concreto en 1998, también en Sierra Morena. Y es que, a juicio de Soler "apenas se ha estudiado en este aspecto sobre este tipo de animales. Esta es una de las cuestiones principales que queremos corregir, pues apenas hay datos". En cuanto a los estudios realizados en los países del Este de Europa, los datos que se han obtenido dicen que en los lugares donde hay zonas mineras o industrializadas, la toxicidad de los metales suele ser superior a los niveles máximos permitidos por la legislación vigente para los animales de abastos.

Estas son algunas conclusiones que permiten trabajar a los investigadores bajo la hipótesis inicial de que en Extremadura los niveles de toxicidad serán mucho menores, pues en opinión del profesor Soler "Extremadura es una región donde ni el tejido industrial ni la actividad minera, principales fuentes de contaminación, tienen una importancia muy grande". Una impresión que de confirmarse ayudaría a "hacer más vendible la carne de caza mayor, pues le aportaría un punto más de seguridad alimentaria, al mismo tiempo que certificaríamos el buen estado del medio ambiente en la región", añade.

El departamento del que es responsable el profesor Soler, además de este proyecto, tiene otros en marcha. Líneas de investigación que están relacionadas con la contaminación ambiental, más concretemente, en la incidencia de los efectos de metales pesados y plaguicidas. También, en colaboración con la Consejería de Sanidad y Consumo, realizan trabajos de análisis de toxicidad en animales envenenados.