Steven Spielberg no es Costa-Gavras, pero la política va filtrándose en su cine de una forma paulatina e indesmayable. Un ejemplo reciente: bajo la coraza de ciencia ficción, "La guerra de los mundos"escondía una metáfora del terrorismo internacional y de la paranioa posterior al 11-S. En Munich, el cineasta judío redobla su apuesta política y se implica en el sangriento conflicto árabe-israelí. Spielberg no condena ni justifica explícitamente, pero se atreve a expresar sus dudas sobre el modo en que Israel ha encarado el problema palestino a lo largo de su historia y propone, tímidamente, la vía del diálogo entre pueblos como hipotética solución. Quizá les pueda parecer un compromiso político de bajo calado, insuficiente, superficial, pero procediendo de un cineasta judío, conservador y ultrapoderoso en la industria de Hollywood, la cosa no es moco de pavo. Encima, la película es entretenida. ¿Se le podía pedir más a Spielberg?.