La Facultad de Veterinaria organizó la semana pasada, con motivo de la festividad de su patrón, un acto académico en el que Miguel Riesgo, componente de la junta directiva de Veterinarios sin Fronteras, impartió la conferencia Los veterinarios y la cooperación al desarrollo .

"Veterinarios sin fronteras es una organización de tamaño medio y el número de puestos para expatriados que convoca cada año (de dos a cuatro) hace inviable que toda la gente con ganas de trabajar en los países en vías de desarrollo puedan canalizar su interés a través de ella", explica Riesgo. En su opinión, cada vez se necesitan menos expatriados para los proyectos porque actualmente se fomenta que sean los profesionales locales los que conformen el núcleo del equipo técnico de los mismos.

Esta organización no gubernamental, que ha sido declarada de utilidad pública, trabaja desde 1987 para mejorar la calidad de vida de las poblaciones más desfavorecidas del planeta. Entre sus objetivos específicos está el de apoyar y acompañar, mediante proyectos de cooperación en el ámbito agropecuario, los procesos de desarrollo elegidos por las poblaciones del sur.

Todos los cooperantes en estos proyectos empiezan sin tener experiencia y contando sólo con su formación teórica pero con mucha ilusión, explica Riesgo, que habla desde su propia experiencia en Uganda. "Además mediante el contacto con el mundo de las ONGs surgen otras posibilidades de trabajo en el mundo agropecuario que no están vinculadas a Veterinarios sin Fronteras pero que también pueden ser muy interesantes", apunta.

Uno de los aspectos más interesantes de ejercer como cooperante es el papel fundamental que se juega en varios ámbitos del trabajo técnico agropecuario. Entre ellos destacan la formación agropecuaria de los beneficiarios, en la que el voluntario actúa como dinamizador y asesor, y el adiestramiento de promotores pecuarios, una figura clave en la mayoría de las acciones de esta ONG.

Los promotores pecuarios son aquellas personas, escogidas por los miembros de la propia comunidad, que reciben una formación más técnica y profunda para dar servicio en temas de salud animal; prestación que de otra manera sería imposible encontrar en la región. "En este caso, al ser un tema más técnico, el papel del cooperante expatriado veterinario suele ser importante, pero sin dejar de hacer partícipes del proceso a veterinarios locales que en el futuro podrán formar nuevos promotores", asegura Riesgo, priorizando una vez más la participación de la población local en los proyectos de desarrollo.

Además, el representante de la organización veterinaria quiso destacar otro matiz de la cooperación, quizá menos conocido pero igual de importante: el político. Entre otras gestiones, los cooperantes tienen que ocuparse de la representación de Veterinarios sin Frontera en el país en cuestión, que debe dirigirse tanto a las contrapartidas locales como a las administraciones públicas. Según el ponente, tales gestiones "incluyen en muchas ocasiones la búsqueda de la legalización de la propia ONG".