Lo que más me gusta escuchar es música", asegura Joe Boyd (Boston, 1942) inmediatamente después de repasar los cientos de CD de una pared del salón donde concede esta entrevista para presentar sus memorias. "Y en segundo lugar, mi propia voz, hablando de lo que sea". Lo dice sonriendo, pero no hace falta. Las cosas como son: escuchar a esta leyenda, descubridor entre otros de Pink Floyd, fortifica el intelecto y eleva el espíritu, además de divertir una barbaridad. Y lo mismo puede decirse de Blancas bicicletas (Global Rhythm), las memorias de sus inicios como productor musical.

Esta crónica personal contiene rastros de una valiosa historia social y cultural de los 60, la década clave del siglo XX. Tras promover conciertos en su país de origen y trabajar como asistente en giras de jazz y blues por Europa, este estudiante de Harvard se dejó tentar en 1964 por la heterodoxia de la escena musical londinense. Allí codirigió el club UFO --"un antro de vicio hippy", según el dominical News of the World--, que tuvo como atracción principal a un joven grupo llamado Pink Floyd.

"Siempre supe que teníamos entre manos a un grupo revolucionario, pero hasta hace poco no aprecié realmente el alcance de Syd Barrett. Cuando murió, David Bowie declaró que la canción Arnold Layne cambió su vida porque Barrett fue el primero en cantar como hablaba, no como un americano, igual que hacían Jagger o Lennon, sino como un chaval de los suburbios de Londres. Para Bowie fue algo liberador", dice el productor.

Pero no se vayan todavía, aún hay más. Dos años antes de producir a Pink Floyd en su primer single, Boyd llevó el sonido del debut eléctrico de Bob Dylan al festival de Newport. Y en los días del mítico Arnold Layne su nombre ya se consideraba esencial en la erupción del folk-rock inglés. Este imán de talentos creó discos clásicos para The Incredible String Band, Fairport Convention, la musa etérea Vashti Bunyan o Nick Drake. Escuchar el nombre de este último hace que Boyd trague saliva: "Pienso que ese ha sido mi gran fracaso. No haber sabido encontrar un modo de hacer triunfar a Nick Drake en vida; si lo hubiera hecho, quizá seguiría vivo".

De vuelta a Estados Unidos, Boyd se metió en el mundo del cine para supervisar las bandas sonoras de las películas Defensa y La naranja mecánica , y también codirigió un mítico documental sobre Jimi Hendrix en 1973.