Descubriendo Nunca Jamás es una película construida sobre la licencia poética. Narra parte de la vida de James L. Barrie, concretamente la época en la que concibió las aventuras de Peter Pan en el país de Nunca Jamás, pero altera muchos hechos estudiados y comprobados, suprime personajes decisivos y suaviza no pocos elementos del personaje: el físico quizá sea de los más significativos, ya que en nada se parece Johnny Depp, actor encargado de interpretar a Barrie, al escritor de rasgos duros e imperfectos. Pero Descubriendo Nunca Jamás puede, debe, verse como un juego entre la verdad y la representación, el realismo y el teatro (la obra fue concebida inicialmente para los escenarios y esta película adapta una pieza teatral sobre Barrie), entre lo vivido y lo soñado. Sólo de ese modo puede uno adentrarse en los conflictos del filme, teniendo siempre presente que Descubriendo Nunca Jamás es la materialización de un ideal fantasioso, el que tenía James L. Barrie y que transfirió a su popular personaje: el del niño que se negó a crecer. Por todo ello, las licencias y la suavidad de algunos pasajes en relación a lo que ocurrió realmente no molestan en absoluto. Las licencias adquieren todo su sentido, ya que el filme no hace otra cosa que contar las experiencias humanas que dieron fruto a un relato vertebrado en torno a la fantasía cuya atemporalidad es su mayor virtud. Tomemos, pues, la película como una ficción a partir de la realidad; como un emotivo ejercicio narrativo y plástico que embellece aquello que fue triste y extraño, como si en realidad todo ocurriera en otro país de Nunca Jamás.

Marc Forster, el director, también se niega a crecer. Quizá tras un melodrama tan sórdido y distante como Monster´s ball tuvo la necesidad de recurrir a la fantasía antes que tocar de nuevo con los pies en el suelo de la dura realidad. Forster sigue la estela de Allan Knee (autor de la obra original) y del propio Barrie: se deja llevar por la emoción para crear una especie de mundo paralelo donde todo es de colores suaves.