Gabriel García Márquez, posiblemente el autor latinoamericano más influyente del siglo XX, cumplió el 6 de marzo 80 años. A esa celebración se unirá en mayo el 40º aniversario de la aparición de su obra maestra, Cien años de soledad , la saga de la familia Buendía, y en octubre, los 25 años de la concesión del Nobel de Literatura. Diversos actos internacionales y publicaciones celebran esa batería de efemérides, y el primer editor de la novela en Argentina, Paco Porrúa, residente en Barcelona, lo recuerda así.

Porrúa tiene 84 años de hierro, una fuerza profunda en sus palabras y una modestia casi sobrenatural. Ahí es nada. Entre sus poderes se cuentan haber dado a luz editorialmente a Cien años de soledad , de Gabriel García Márquez, en la editorial argentina Sudamericana y, muchos años después y ya en Barcelona, El señor de los anillos , en Minotauro. O lo que es lo mismo: ser el padre editorial de dos de los libros más leídos en castellano y en inglés. Pero él relativiza méritos y se ríe cuando en la prensa latinoamericana, francesa, italiana o británica --rara vez en la española-- se le define como editor legendario o totémico. Comedido, prefiere definirse como "sensato". Este gallego trasplantado a Argentina, que fue uno de los grandes editores del país austral en los 60, vive una jubilación secreta en Barcelona. "Creo que Cien años de soledad se ha convertido en mi segundo apellido, porque todo el mundo lo añade a mi nombre. Es parte de mi destino", afirma con resignación filosófica.

La lectura de tres libros --La hojarasca, Los funerales de la Mamá Grande y El coronel no tiene quien le escriba -- que le facilitó Luis Harss, un autor de Sudamericana, le deslumbraron. "Me dije: ahí hay un escritor". Porrúa pidió permiso para editar esos libros en Argentina, pero Gabo contraatacó ofreciendo el manuscrito de la novela que por aquel entonces estaba escribiendo, la saga de la familia Buendía. "No hubo mérito por mi parte, no creo haber hecho nada extraordinario, la valía de la novela era incontestable", dice y ni siquiera esboza una pequeña sonrisa de satisfacción cuando se le recuerda cómo otros, como Carlos Barral o los lectores de Losada, no lo vieron.

Cien años de soledad apareció en mayo de 1967 y levantó gran polvareda. Los primeros 8.000 ejemplares se vendieron en tan solo 15 días en Buenos Aires. De ahí se irradiaron al mundo.