Ni Javier Bardem ni los Coen podían haber construido en No es país para viejos trabajos más alejados de los formatos tradicionales de Hollywood. El domingo, sin embargo, los tres creadores iconoclastas aceptaron encantados rendirse al final feliz que impusieron los Oscar. El oro del español tuvo, además, tintes históricos. Y él no desaprovechó la oportunidad para convertirlo en una reivindicación de la "dinastía Bardem" y de un oficio: no el de actor, el de "cómico". Tras la gala, celebró su triunfo junto a sus amigos.

A la historia le gusta el juego. Hace 49 años, una maravillosa película francesa, Mi tío , ganaba el Oscar en categoría de habla no inglesa y una del oro de las que dejaba a las puertas era una producción española. Se titulaba La venganza y su director tenía un apellido que hoy todo Hollywood tiene en la boca: Bardem.

Quien rozaba el Oscar hace casi medio siglo era Juan Antonio Bardem, referente histórico del cine español. Y quien lo conquistó finalmente el 24 de febrero, tomándose una dulce revancha y escribiendo con mayúsculas en la historia de los Oscar el primer nombre de un actor español era su sobrino, Javier.

Bardem triunfó de la mano de Joel y Ethan Coen, que se convirtieron en reyes de la 80 edición de los Oscar con cuatro estatuillas para No es país para viejos , incluyendo las de mejor película, mejor dirección y mejor guión adaptado (de la novela homónima de Cormac McCarthy). Y en un emocionado discurso bilingüe sobre el escenario, en la sala de prensa y en un encuentro posterior con los medios españoles, el actor se rindió al talento y "la genialidad" de los directores, dedicó su logro a la "dinastía" familiar y reivindicó su oficio, con un término "denostado últimamente demasiado y que entraña orgullo y integridad: cómico. Esto es para España", dijo.

Con Anton Chigurh, su memorable villano, ganaba el antiestablishment , un antihéroe que, armado con un peinado para recordar y una máquina de matar vacas, hace añicos los estereotipos de Hollywood. Lo mismo sucedía con el estilo de los Coen, acostumbrados a los márgenes. Los Oscar se rendían a una visión más artística que en algunas ediciones recientes. Pero tuvieron su toque salomónico, repartiendo premios entre películas más exitosas entre la crítica que en la taquilla como Pozos de ambición y Michael Clayton y entre fenómenos más masivos como Ratatouille , Juno y El ultimatum de Bourne .