Enrique Bunbury consiguió, con Pequeño y Flamingos , enterrar su personaje de rockero intimidante, labrado con la desaparecida banda Héroes del Silencio, y hacer tabla rasa con un lenguaje musical renovado. Un doble compacto, El viaje a ninguna parte , que el pasado 17 de mayo salió a la venta, expresa ahora su lado más ambicioso y transhumante.

Inspirado en la novela y película del mismo título, de Fernando Fernán Gómez, es el fruto de cinco años de viajes a lo largo y ancho del continente americano: Argentina, los Andes y México están presentes en su temario sonoro.

"América me ha aportado una apertura de miras musicales. Me apasionan desde sus canciones más sencillas hasta los grandes tangos", explica el artista zaragozano, que reside entre España y Yucatán (México). "Me atraen mucho los pueblos indígenas y su enfoque espiritual. Me gustan sus licores, sus drogas, sus mujeres...", admite. Y sus compositores: los ha estudiado para construir un repertorio que es "un aprendizaje de los grandes de la canción popular, desde Bob Dylan hasta José Alfredo Jiménez, pasando por Enrique Santos Discépolo y Chabuca Granda", explica.

El perfil cabaretero y teatral apuntado en Pequeño sigue su curso, pero en El viaje a ninguna parte domina una expresividad más desatada, heredera del espíritu sórdido del blues. Aunque pueda parecerlo, Enrique Bunbury no se plantea reescribir la canción popular hispanohablante. "No tengo la ambición de regenerar nada, sino sólo de contar historias. Mi labor no es revolucionaria, sino que consiste en dar una canción que no existía. Puede parecer conformista, pero eso ya me parece difícil".

La grabación es el resultado de dos años de giras intensas, con las que Bunbury sopesó emular a Dylan. "Pensé mucho en Never ending tour y, en un momento un poco suicida, llegué a plantearme el hacer una gira así, de por vida. Afortunadamente, luego se me fue de la cabeza", dice.

El disco El viaje a ninguna parte , es doble porque sus 20 canciones lo exigían y porque Bunbury deseaba contar una historia que no podía mutilarse. Son dos volúmenes de entre 35 y 40 minutos cada uno, lo cual es visto por el cantante como una invitación a tomarse un respiro en la audición.

DISCO DOBLE

"Dudo que el ser humano esté capacitado para mantener su atención a lo largo de 80 minutos de disco", admite Bunbury.

Estados Unidos también forma parte del imaginario de este artista zaragozano, no sólo como inspiración sino también como mercado. Aunque corra peligro su integridad física. "Allí estoy en un circuito muy underground y un poco mafioso. La gente que organiza conciertos es muy dudosa; maneja armas y drogas. Yo he salido de actuaciones con pistolas apuntándonos...", asegura.