Durante los primeros siete minutos de ´Zona libre´, a lo largo de un único y bellísimo primer plano, la cámara examina el rostro de Natalie Portman, que llora calladamente en el asiento trasero de un coche aparcado cerca del Muro de las Lamentaciones de Jerusalén. Sea cual sea el motivo de sus lágrimas, está claro que llora por toda una región: los personajes de Amos Gitai siempre son metáforas, y nada menos que una gigantesca metáfora es lo que sigue a esta primera secuencia: tres mujeres --una americana, una israelí y una palestina-- viajan en un coche a Jordania, a un área comercial sin gobierno donde los nacionalismos son dejados de lado y donde ambos bandos intercambian bienes libremente. Ese lugar encierra, para Gitai, una promesa de paz, la solución a todo el conflicto. Esta teoría posee una indudable fuerza simbólica, pero el cineasta israelí la defiende con reflexiones superfluas y tan confusas como la propia estética del filme. Su tendencia al doctrinarismo reduce a las viajeras a meras alegorías. Atrapadas en un puesto fronterizo, a medio camino de una solución que nunca llega, Israel y Palestina discuten y pelean mientras América sólo se lamenta.