El Yukón, un río mítico de Alaska que aún conserva los ecos de las aventuras de Jack London, es el escenario de El río de la luz , el próximo libro de Javier Reverte (Madrid, 1947). Pero Javier Reverte, que acaba de publicar la novela Venga a nosotros tu reino , no renuncia, por supuesto, a su querida Africa. Este febrero regresará a Tanzania para hacer un safari a pie, viajar en tren hasta Kigoma y embarcarse en el veterano Liemba, un barco que le llevará por el lago Tanganyka hasta la frontera con Zambia.

Como trotamundos, ¿Grecia fue su primer amor?

--Fue mi primer gran viaje. De allí salió mi libro Corazón de Ulises . Y le sigo fiel, aunque sería más preciso decir que mi primer amor fue el Mediterráneo. Y sigue siéndolo. Todos somos mediterráneos. Para mí, el Mediterráneo no es solo la costa: es hasta donde llega el último olivo.

Pero el éxito le llegó con Africa.

--Todo empezó con mi viaje a Uganda, en 1992. Surgió de modo casual, porque tenía tiempo y no tenía trabajo. Me encantó ese continente, y de él salió un libro, El sueño de Africa , que resultó decisivo para mí.

Puede decirse que le cambió la vida.

--Aquel sueño de Africa me permitió vivir de los libros, un privilegio. Nunca pensé en ser escritor de viajes, pero todo surgió porque de pronto me encontré con El sueño de Africa .

Vale la pena recordar que no le fue fácil publicarlo.

--Seis editoriales lo rechazaron en un año. Decían que era largo, que los viajes no interesaban, que Africa menos... ¡y todavía hoy se sigue vendiendo!

¿No cree que los libros de viajes son hijos del periodismo?

--En el fondo, los libros de viajes son reportajes largos. Es una pena, pero el reporterismo en la prensa está muerto en la actualidad.

¿Qué encuentra en Africa que le enamora tanto?

--En Africa siempre hay un cierto espíritu de aventura, y allí encuentro algo que no sé explicar muy bien, pero que saca lo peor y lo mejor de uno: la belleza del paisaje y la ignominia de la miseria, la muerte y la vida, la alegría y la tristeza. Africa es como una pintura naíf.

¿Cuál ha sido su último viaje?

--El Paso Noroeste, al norte de Canadá. Me interesaba por toda la mítica de los exploradores. Hay cargueros que lo cruzan una vez al año, pero no admiten pasaje. Al final encontré un crucero normal, ruso, aunque gestionado por unos australianos, sin obligaciones de cenas de gala ni zarandajas. Van muchos hombres solos con intereses ecologistas. Es un gran viaje.

¿Pudo ver narvales, los míticos unicornios árticos?

--No, pero comí narval. Estuve dos meses viajando por Canadá; llegué hasta Inuvik, una ciudad increíble en el norte, y de allí volé a Cambridge Bay y me embarqué durante 12 días hasta Resolute Bay. Un sueño.

¿Vio mucho hielo en el Artico?

--Muy poco. Los dos últimos años se ha podido cruzar el Paso Noroeste sin problemas, cosa que no sucedía en años. Veremos en el futuro.

Son las consecuencias del cambio climático.

--Exacto. Cuando oigo a Aznar diciendo sandeces sobre este tema, pienso que tendría que ir allí. Pero mejor que no vaya.

¿Habrá libro de Canadá?

--Ahora saldrá el libro del Yukon, El río de la luz , pero más adelante escribiré un libro de viajes por Canadá. Empecé a ir por allí hace tres años y me encantó. Son los paisajes de Jack London. Quería navegar por el Yukon, pero no había barcos. Al final lo hice con un pequeño grupo, en canoa, desde White Horse a Dawson City. Trece días remando como hacían antes los tramperos.

¿Todo fue bien?

--Fue estupendo. Los primeros días me dolía todo, pero luego me sentía como un toro. Tuvimos de todo: lluvia, rápidos, osos... Fue una aventura soberbia. Iba con un amigo, Pere Vilanova, y ambos nos caímos al agua. Yo pude salir enseguida, pero él se fue tres kilómetros río abajo. No le entró la hipotermia de milagro.

¿En Dawson se acabó el viaje?

--Quería más Canadá y me quedé unos días más. Viajé en el Transcanadian de Vancouver a Montreal y, una vez allí, me embarqué en un carguero hasta Liverpool.

¿En un carguero?

--Antes costaba que admitieran pasaje, pero cada vez hay más. Se han dado cuenta de que es un negocio y, como tienen camarotes vacíos, lo aprovechan.

¿No cansa tantos días en el mar?

--El mar me encanta. Navegué ocho días de Montreal a Liverpool. Vi ballenas, iba siguiendo en la carta por dónde pasábamos, veía en la sonda los pesqueros y en el radar los icebergs. Me gusta la soledad del mar.

Con tanto Canadá, ¿se ha olvidado de Africa?

--Nunca. El año pasado fui a Kenya, al lago Turkana. Hice un trekking de seis días que me encantó. Fueron, en total, 140 kilómetros por un paisaje realmente maravilloso. Y dentro de unos días vuelvo de nuevo a Tanzania.

XAVIER MORET