Las tiendas de discos vivieron la semana pasada un acontecimiento de talla mundial. Aunque un par de singles (Is it any wonder y Atlantic ) y diversas estrofas y clips del nuevo disco de Keane, Under the iron sea , llevaban varias semanas fogueándose en emisoras de radio y sitios de internet (legales y no). Con la salida a la venta del nuevo álbum de Keane, los seguidores de la banda de Battle (el pueblecito al sur de Inglaterra que les vio nacer) tendrán ocasión de responder a la pregunta del millón: ¿Lo de Keane fue el espejismo de un debut glorioso y poco más, o estamos ante unos serios candidatos a heredar la corona del pop británico? Hay motivos para la duda. La historia de la música popular está llena de nombres que han ardido en combustión con la misma velocidad con que tocaron el cielo. Y si algo distinguió al caso Keane en la convulsa jungla de la industria musical fue su rapidez para pasar del cero al globo.

En el cercano 2002, Tom Chaplin (voz), Tim Rice-Oxley (piano) y Richard Hughes (batería) regresaban a su pueblo frustrados de intentar sin éxito hacerse un hueco en la escena sonora de Londres, experimento saldado con la baja del guitarrista del grupo, harto de arrastrarse por húmedas salas de ensayo. Dos años más tarde, Keane vendía cinco millones de unidades de su primer disco, Hopes and fears , hacía giras mundiales por todo lo alto y acompañaba en su tour a los mismísimos U2, con quienes eran comparados por la crítica y la afición.

"Todo ha ido tan rápido que apenas hemos tenido tiempo de disfrutarlo", se lamentaba días atrás Tom Chaplin en Madrid. El cantante reconocía allí que "el momento más emocionante" de estos años lo vivió cuando actuaron como teloneros de U2 en el Nou Camp de Barcelona. "Salir al escenario y ver a 80.000 personas cantando nuestras canciones es algo que jamás olvidaremos", confesó.

La revelación de la anécdota venía pegada a una reflexión: "¿Cuántos años y discos necesitó U2 para poder actuar en un estadio de fútbol? Nosotros solo uno. Hoy la industria musical y los medios de comunicación te obligan a ir a una velocidad que hace años era impensable".

SIN GUITARRISTA

Que nadie deduzca de este razonamiento que la gran esperanza blanca del pop inglés se considera a sí misma una criatura del show business. "Nuestro éxito --explicó Chaplin-- llegó por el boca a boca. Fue así como se hizo famosa nuestra primera canción y vino lo que vino después. El apoyo de la discográfica más potente no te garantiza nada si tú no logras conectar con la gente mediante tu música".

Aquella canción talismán, Everybody´s changing , contenía los elementos propios del himno estacional que llegó a ser y logró poner el foco sobre una banda cuya única distinción (y no era poca) consistía en carecer de guitarrista. El aplauso general por los originales recursos que Rice-Oxley extraía de su piano eléctrico no escondía los reproches a la blandura que caracterizaba el sonido de la banda. ¿Demasiada para optar al trono del pop británico?

Sea porque aquellas críticas terminaron calando, o porque el éxito los ha hecho mayores, Under the iron sea ha supuesto unas cuantas vueltas de tuerca en el endurecimiento musical del grupo. Keane suena en su regreso oscuro y desgarrado como no lo apuntaba en su debut. "Después de lo vivido estos años, sentíamos que necesitábamos experimentar", explica Chaplin a cuento de los riff guitarreros y la contundencia sonora que presiden el nuevo disco. Hay que esforzarse en pensar que todo ese ruido es de un piano eléctrico.

Las letras, abundantes en desgracias y crisis humanas, añaden tensión a la crudeza del trabajo. "No somos el primer grupo que habla de la guerra o el hambre en sus canciones", defiende el cantante.

¿Giro de timón? El grupo confiesa ser muy consciente de la evolución experimentada. "Lo único que hacemos es seguir nuestro instinto y no intentar parecernos a nadie. Eso es lo que hizo U2 hace 20 años y mira cómo les fue", dijo Chaplin. Habrá ocasión de comprobarlo el 15 de julio en el Summercase, donde Keane figura como segunda cabeza del cartel tras New Order. Es hora de dejar de verlos como unos novatos.