Un viaje en metro dominado por el deseo de venganza se convirtió la pasada semana en el valioso billete de ida de la escritora barcelonesa Mercedes Salisachs hacia el Premio Fernando Lara de Novela en su novena edición. El último laberinto se alzó como ganadora de uno de los certámenes literarios en castellano mejor dotados (120.200 euros). Es una historia que habla sobre "la necesidad de perdonar, las falsas apariencias y las cavernas psíquicas que sufren los humanos", dijo la mujer a la que el propio editor José Manuel Lara, fallecido hace año y medio, consideraba como la gran dama de las letras españolas. A los 88 años, Salisachs se mostró especialmente emocionada al recibir este premio por los enormes vínculos sentimentales que tiene con la familia Lara. "Planeta es como si fuera mi casa", explicó con una debilitada voz la autora que en 1975 ya obtuvo el Planeta por La gangrena , su obra más valorada y de la que ha vendido más de un millón de ejemplares a través de 54 ediciones.

PROTOCOLO ROTO

Esta especial vinculación hizo que el presidente de Planeta, José Manuel Lara Bosch, rompiera, por primera vez en los nueve años de existencia del certamen, el protocolo para tomar la palabra y dejar claro "a los mal pensados" lo merecido del premio. El editor dijo que "el mundo es un círculo" y Salisachs recibía un galardón que lleva el nombre de su ahijado, fallecido en 1995 en accidente de tráfico y en cuya memoria José Manuel Lara padre instituyó el certamen. "Hay quien dirá que así se ganan los premios --aseguró el editor--, pero los premios no los ganan las madrinas sino sus libros".

Salisachs, una escritora que a lo largo de su trayectoria ha sido mejor acogida por el público que por la crítica, no quiso desaprovechar la ocasión para dar un toque de atención a los que la consideran la señora que escribe libros: "Preferiría que me conocieran como la escritora que puede ser señora. Y que así sea para el futuro".

En rueda de prensa, la autora desgranó los pilares de la obra ganadora, en la que plasma la historia de un profesor universitario, Genaro, que sale de la cárcel tras haber cumplido condena por un delito de pederastia que no cometió. Un viaje en metro en busca del verdadero autor de la agresión para saciar sus deseos de venganza centra toda la obra y se convierte en su único escenario, solapándose con recuerdos del pasado.

"Es el mito de Teseo en la actualidad", dijo Salisachs, "porque expone los laberintos internos en los que se ve sumido el hombre". Recrea la trama en una ciudad imaginaria de España tras la muerte de Franco.