Los referentes cinematográficos de Lucrecia Martel son tan personales como las historias que relata en La ciénaga y, ahora, en La niña santa . La directora y guionista argentina sólo reconoce una clara influencia: las conversaciones que mantenían su abuela y su madre. "En mi casa he escuchado los relatos más aterradores en los momentos y los lugares más imprevistos. En esos diálogos, lo sobrenatural se apoderaba de lo cotidiano, y quiero que eso mismo suceda en mis películas".

La niña santa lo consigue. El segundo largometraje de Martel, que compitió en el último festival de Cannes, resulta inquietante, lento, nada explícito y, ante todo, alejado de estructuras clásicas. Al igual que La ciénaga , este filme, que se estrenó el pasado viernes, transcurre en un universo asfixiante que consigue transmitir cierto malestar. De nuevo, la trama gira en torno a las tensiones que acechan a la estabilidad de la institución familiar. "No me gustan las películas conservadoras, ni que la cultura ya no pase por otros caminos que no sean los que indica el mercado", asegura la directora, que se emocionó cuando Pedro Almodóvar le propuso financiar La niña santa . "Antes que productor es un director respetuoso y entusiasta del cine de autor que va más allá del dinero".

La religión, la moral y la represión están latentes en una trama repleta de cortocircuitos emocionales. Lucrecia Martel menciona una u otra vez el término trampas invisibles, "esa construcción social en torno al cuerpo que aniquila el deseo y de la que participan la iglesia, el estado y la familia".

La directora hace cómplice al espectador de ese mundo subyacente, de los deseos que estallan más allá del bien y del mal.

DESPERTAR SEXUAL

Ella misma pone en boca de las dos adolescentes protagonistas la compleja emoción que sienten al descubrir el despertar sexual. "Alrededor la vida se desnudaba, más rápido que nosotras, en su vasta complejidad", describe Martel, como si lo contaran ellas una vez finalizada la película.

Mercedes Morán, que ya destacó en La ciénaga , da vida a una atractiva mujer separada que vive con su hija Amalia (María Alche) en el hotel que regenta. "Mercedes viene de la comedia, sabe manejar el humor y ello le da una ductilidad que me encanta. Es una gran actriz, la mejor", afirma la directora, que con su primera película ganó el premio al mejor guión en Sundance y a la mejor opera prima en Berlín.

La acción de La niña santa se desarrolla en un hotel termal de Salta, al norte de Argentina, el mismo paraje donde transcurrió la infancia de Martel. Allí, Amalia, una joven con inclinaciones místicas, quiere conocer la misión para la que ha sido llamada. "La palabra santo es una parodia de una persona buena", dice la cineasta, que se siente atraída por las místicas.

"Todas dieron problemas a la iglesia. La relación apasionada con la fe destruye a las mismas instituciones que la generan".

Carlos Belloso y Julieta Zylberberg también son protagonistas de esta trama en la que dos adolescentes discuten acaloradamente en una iglesia sobre dios y sobre su propia vocación.