Noticia bomba. El nuevo disco de Madonna es la ídem. La estrategia no tenía misterios. Ha contratado a los productores que están firmando las canciones más vibrantes del momento (justo esas que hacen que ella suene pasada de moda) y los ha exprimido al máximo. Hard candy , que llegó a España el martes 29 de abril, es como un penalti en el minuto 90: lo difícil es fallarlo, pero hay que chutarlo. Y Madonna ha marcado un gol que vale una liga. Hard candy es un disco lascivo, excitante y concebido para prender las pistas de baile.

Para Madonna, un disco que no la haga sonar moderna es un disco fallido. Así que, con una humildad impropia de su currículo, ha obedecido la máxima del si no puedes con tu enemigo, únete a él y ha fichado a los productores de r&b que han aportado los ritmos más complejos e irresistibles de los últimos años a las listas de ventas. Pharrell Williams y Timbaland son los responsables de que Nelly Furtado y Justin Timberlake suenen infinitamente más modernos que Madonna. Y a por ellos ha ido. Ya puesta, también se ha llevado al propio Justin. Y, para redondear la compra, Kanye West sale en otra de sus 12 canciones.

Con tanto fichaje, Hard candy es una opa hostil al r & b digital y moderno. Pero también tiende puentes hacia el pop negro de principios de los 80, la década en que la cantante empezó a buscarse la vida en Nueva York. Con esta doble orientación, Madonna se dispone a recuperar al público negro. Ella misma parece asumirlo como un duro combate. En la portada sale vestida de boxeadora y enfundada en un cinturón de campeón que emula un billete de dólar. Pero no pone dólar, sino M-Dolla, mote pesetero que le espeta Williams en Heartbeat . Sí, Hard candy es un todo por la pista, pero también un todo por la pasta. Madonna no está dispuesta a ceder el trono. Y, ojo, es ya su cuarto disco en lo que llevamos de década. Sí, Madonna ha vuelto.