United 93, la primera producción de Hollywood sobre los atentados del 11 de septiembre del 2001 en EEUU, sacudió en su primer fin de semana en la cartelera el alma de muchos espectadores que salieron del cine llorosos y mudos. La película del británico Paul Greengrass sigue minuto a minuto y con un tono casi documental el vuelo del último de los aviones secuestrados en el 11-S, que nunca llegó ni a su destino original ni al que pretendían alcanzar los terroristas.

Una cinta sin estrellas, donde muchos de sus intérpretes ni tan siquiera son actores, sino personas que vivieron de cerca esa jornada o compañeros de trabajo de algunos de los fallecidos, y que contó con el apoyo de las familias de las víctimas. La cinta llega envuelta en una gran polémica sociológica en EEUU en torno a si los estadounidenses están o no preparados en este momento no sólo para rememorar el horror, sino para revivirlo de manera encarnizada.

Indudablemente, los espectadores que escogieron United 93 no salieron del cine como entraron. La sensación se repite en todo el país: tras la gran pantalla en negro con la que termina la cinta y antes de que comiencen los títulos de crédito, la gente se frota los ojos, recupera la respiración y se levanta. Al salir, el silencio sepulcral tan sólo se ve roto por sonidos guturales de gente que se traga las lágrimas y da profundos suspiros como los que sólo se producen en situaciones límite. No son sollozos. "Ni siquiera puedo llorar, aunque me gustaría", reconoció Eileen, una mujer de unos 40 años que salía de ver la cinta en un cine de Ballston, en el Estado de Virginia, a apenas cinco minutos en coche del Pentágono.

La gente sale muda. Y lo que es aún más sintomático, el personal no se come las enormes bolsas de palomitas que, por costumbre, se compran los estadounidenses antes de entrar en el cine.

Casi sin tocar, se quedan en los asientos. Las poderosas imágenes del filme impiden que nada pase por la garganta.

En Nueva York la respuesta del público fue igual de dramática, aunque más dividida.

Como confesó el neoyorquino Steven Goldman, que el 11-S residía en las proximidades de otro objetivo de los terroristas, las Torres Gemelas, se acercó a ver la cinta con una mezcla de necesidad y repulsa.

"Muchos de mis amigos no quisieron venir, pero yo no pude esperar", admitió afectado tras ver un filme que la pasada semana tuvo su estreno mundial en el Festival de Cine de Tribeca, una de las áreas neoyorquinas que vivieron más de cerca los atentados. Su reacción coincide con la encuesta que publicó el viernes la revista Variety y donde la mitad de los entrevistados escogían United 93 como la película que tenían intenciones de ver.

Pero casi igual de numeroso era el grupo que confesaba que no tenía ninguna intención de verla.

United 93 recaudó durante su primer fin de semana 11,6 millones de dólares, cinco menos que RV , la última comedia de Robin Williams. La película de Williams narra las aventuras de un ejecutivo que en plena crisis laboral decide cambiar de vida y echarse con su familia a la carretera con una gran casa sobre ruedas. El tono de esta comedia familiar no puede ser más diferente al sentimiento de congoja y angustia con el que salieron los espectadores que vieron United 93 .

La presidenta de distribución de los estudios Universal, productores de la cinta, expresó a la prensa su satisfacción con la recaudación de United 93 , muy por encima de lo esperado.

"El estreno es el mejor testimonio del público estadounidense, que ha dicho alto y claro que está preparado para el filme y que no es demasiado pronto", subrayó.