Las entradas se agotaron a los pocos días de ponerse a la venta y es que se huele cuando llega una oportunidad de ver una buena interpretación. Mucho más cuando en Cáceres sólo hay un pase. Amparo Rivelles y Nuria Espert frente a frente en un escenario, no hace falta más publicidad.

El duelo interpretativo cumplió con las expectativas generadas. Durante la hora y media que se prolongó el montaje de La brisa de la vida las dos actrices supieron mantener la tensión de un texto, escrito por el británico David Hare, cargado de ironía, recelos, angustia, sarcasmo, humor y silencios, varios silencios. Responsabilidad de la que no todas las intérpretes escapan con éxito.

Así, el pasado jueves demostraron en el escenario del Gran Teatro que el tándem que han formado para hacer esta obra, bajo la dirección de Lluís Pasqual, funciona. Y eso que es la primera vez que estas actrices trabajan juntas.

Los personajes que representan son completamente opuestos, pero que han vivido de forma paralela al compartir 25 años de sus vidas con el mismo hombre.

VIDAS CRUZADAS

Esta amarga comedia arranca con la visita de la exesposa de Martin a la que fue su amante durante los años que permanecieron casados. El encuentro se prolonga durante todo un día y una noche y en él estas dos mujeres, completamente opuestas, reconstruyen lo que ha sido sus vidas en torno a la figura del mismo hombre. Personaje que no aparece en la obra porque abandonó a ambas.

Rivelles da vida a Madeleine Palmer, la amante. Su personaje, solidario y comprometido, fue una activista hippy en los años 60 y en la actualidad vive en la isla de Wight convertida en un icono de la contracultura. En cambio, Francis Beale, el papel de Espert, es una mujer acomodada que se dedica a escribir libros sin demasiado contenido. La conversación entre ambas cuestiona de todo.