Los discos duros crecen conforme a las necesidades de los usuarios. Hasta hace poco las características a tener en cuenta a la hora de comprar uno eran la capacidad y la velocidad, ahora entra en juego otro término: la movilidad. El transporte de la información empieza a ser importante, y si bien es verdad que existen soluciones más que portátiles para este cometido --como son las tarjetas de memoria--, el problema surge cuando se trata de mover grandes cantidades de datos que deben ser accesibles de forma sencilla y rápida, con independencia del sistema en el que se quieren emplear. Aquí encuentran su ambiente las unidades de disco externas. Dispositivos que han evolucionado muy favorablemente en el camino de la portabilidad. Hay dispositivos de pequeño tamaño y con independencia de una fuente de alimentación externa y otros que siendo transportables tienen mayores dimensiones y usan alimentación externa.

En cualquier caso, sea cual sea el tipo de unidad, otra de las características que buscan los usuarios es la facilidad de conexión y, por tanto, la capacidad para acceder rápidamente a la información. Un aspecto que todos los modelos cubren gracias al uso de los dos interfaces más actuales: USB 2.0 y FireWire. Ambas modalidades también se caracterizan por permitir la conexión en caliente del dispositivo, que es reconocido de forma instantánea por el sistema al que se conectan, y por último, las unidades de disco externas proporcionan una velocidad de trasferencia muy elevada, hasta 800 Mbits/s.